01. Perú: Desde afuera: Testimonios de la comunidad LGBT en escena
Lima desprecia y lo hace bien. Encierra y frustra. Logra vergüenza de quienes viven y aman en ella. Lima vuelve a parir a quienes la habitan y los hace clandestinos entre sus calles. Lima bien podría parecer una mierda, pero no, en ella hay quienes no aceptan su desprecio y no se esconden ni avergüenzan de la manera en la que aman. Nadie tendría por qué hacerlo. Quizá nos haga falta escuchar más de cerca y sin que sea un susurro incómodo para familias, para la sociedad y los manipuladores religiosos de siempre.
¿Qué pasaría con cinco personas de diferentes generaciones, reunidas en un escenario para contar lo que significa vivir en la monstruosa y homofóbica Lima siendo trans, lesbiana, gay y bisexual? Solo podrían reiterar lo que ya sabemos. Pero ¿escucharíamos? Esa es la propuesta que nos ofrecen Sebastián Rubio y Gabriel de la Cruz en Desde fuera, obra de teatro documental que se presenta en el Centro cultural de España.
“El proyecto nace a partir de la necesidad de hacer visible a la comunidad LGBT, ya que existe un estigma bastante fuerte sobre nosotros. Es importante que la gente conozca lo que sucede desde dentro de nuestra comunidad, que sepan cuáles son aquellos derechos que no tenemos plenamente, además de nuestras necesidades. Debemos aceptar también que somos una comunidad sistemáticamente violentada”, comenta Gabriel de la Cruz.
A partir de un proceso de entrevistas los directores convocaron a muchas personas que tenían la necesidad de hablar sobre la vulnerabilidad de sus derechos por su opción sexual. Así empieza la obra Desde afuera, proyecto escénico enmarcado dentro de las actividades de No tengo miedo, colectivo LGTB cuyo objetivo es informar a través de recursos virtuales y artísticos situaciones de discriminación.
Quienes forman parte de la obra muestran sus procesos y trabajo colectivo haciéndonos más de una pregunta como público y situándonos en el contexto agresivo del que somos parte. Para la crítica o autocrítica debe haber un claro reconocimiento de cómo pertenecemos a una sociedad castrante que no respeta los derechos de todos sus ciudadanos. Pero de vuelta al escenario la propuesta resulta atractiva. No hay actores, solo hombres y mujeres dando testimonios. Ellos revelan sus propios momentos íntimos regresando a su adolescencia para recoger amores, primeras experiencias sexuales y rechazos. El silencio o la mordaza moral parece un centro pero por sobre todo el testimonio apunta a la aceptación después de conflictos personales. La puesta en escena no cierra en una cuarta pared. El público debe responder, escuchar, ser parte de lo que ocurre, mirarse y actuar.
Fuente: Diario 16 (28/06/14)