08. XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe: Democracia, hombres y fiesta

Por Sara Lovera/ Más de 1.500 mujeres poblaron, para resignificarlos, varios exconventos de la ciudad de México, esos espacios de reclusión que durante la conquista española fueron, al mismo tiempo, los lugares donde las mujeres aprendieron a pensar, leer y escribir, como recuerda la historiadora Josefina Muriel, al pensar en Sor Juana.

Mitad latinoamericanas y mitad mexicanas, las participantes en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, iniciado este 16 de marzo, invadieron callejuelas y plazas del centro histórico de la capital del país.

Aparecieron desde los más distintos espacios, en pluralidad de feminismos y suma de opiniones: lesbianas feministas, mujeres políticas, cientistas sociales, las llamadas históricas, impulsoras del feminismo de los años setenta, y muchas jóvenes egresadas, 30 años después, de la formación académica de género.

Hemos avanzado, dijo a SEMlac Magali Pineda, de República Dominicana, fundadora del Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), quien es pragmática confesa. «Lo que hoy hace falta al feminismo latinoamericano es poder político, espacios en la zona de toma de decisiones, porque las mujeres siguen muriendo por abortos clandestinos y la pobreza ofende, como ofende el tráfico sexual», asegura. República Dominicana es uno de los cuatro países de la región donde está totalmente prohibido el aborto por cualquier causa.

Las mujeres de la Red por la Salud discutieron las perspectivas de la lucha por los derechos sexuales y los reproductivos, amenazados por el conservadurismo más atroz de los últimos tiempos. Allí explicó detalles de la persecución Ana María Pizarro, de Nicaragua.

Y entre tanta algarabía y dicha por el encuentro, Morena Herrera, una de las combatientes del Frente Farabundo Martí, creadora de Las Dignas, Asociación de Mujeres por la dignidad y la vida, en El Salvador, se abrazaba a sus compañeras feministas para agradecer el triunfo de la izquierda en su país, aunque reconocía que ello no garantizará avances reales a las mujeres. Gloria Careaga, coordinadora de los temas de fondo, al final de su discurso inaugural, lanzaba vivas por el triunfo en ese país del Frente Farabundo Martí.

El XI encuentro incluye más de 200 actividades, casi la mitad culturales: exhibición de películas, teatro, lectura en voz alta, exposiciones de pintura y gráfica. Abre la posibilidad de medir no sólo avances políticos y sociales, sino expresiones de cambio cultural y de la vida de miles de mujeres.

La peruana Gina Vargas, una de las figuras más señeras del feminismo latinoamericano, dijo a SEMlac que probablemente lo que también hace falta es democracia.

Ella, la más hostigada por el feminismo llamado autónomo, aplaudía durante la inauguración de las actividades a esas, las autónomas bolivianas encargadas del ritual indígena, llamado propiciatorio para la buena marcha de las actividades del encuentro, cuyo centro de discusión serían los diversos fundamentalismos. Vargas comentó que este encuentro ha dejado en claro, desde el comienzo, que existen varios feminismos, que hay expresiones plurales de las militantes, como las hay en la sociedad, e hizo caso omiso a cómo fue ofendida en Chile, hace 10 años.

Allí, en 1993, las autónomas enfrentaron a Vargas, en ese momento encargada de coordinar los trabajos de las feministas en la IV Conferencia de la Mujer, entraron con carteles al recinto donde ella estaba, la acusaron de estar engullida de poder, tiraron sobre la mesa una gallina sangrante y armaron un gran escándalo.

Ahora, en este encuentro, las autónomas fijaron su posición en la voz de Victoria Aldunate, del movimiento autónomo de Chile. Aldunate intervino minutos antes de la inauguración formal y cuestionó el apoyo económico de las agencias nacionales e internacionales al encuentro, sin datos ni cifras. La tendencia autónoma, en esencia, se opone a la institucionalización del feminismo, su relación con instituciones del estado, con ONGs o redes temáticas, basándose en la idea de mantenerse fiel a los principios iniciales del feminismo: solo las mujeres, sin agentes del patriarcado.

En la calle, frente a las mesas de registro, se presentó el número 30 de Cuadernos Feministas, dirigido por la mexicana Josefina Chávez, mientras que un grupo de feministas jóvenes, las Rosas Chillantes, vendía camisetas, y las mujeres de Michoacán ofrecían rebozos y vestidos típicos.

En tanto, en el Museo del Estanquillo, mujeres de nueve países, todas indígenas, se daban cita informalmente en una terraza, coordinadas por Martha Sánchez, indígena nañú del estado de Guerrero.



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