09. Jerusalén: Las mujeres quieren dejar de ser invisibles y recuperar su presencia en el espacio público de la ciudad
Las mujeres de Jerusalén se esfuerzan por recuperar su presencia en el espacio público de la ciudad, del que la presión ultra religiosa judía las ha ido expulsando poco a poco. En la ciudad tres veces santa no hay apenas publicidad que muestre rostros o cuerpos de mujer, hay líneas de autobuses públicos segregados en los que están obligadas a viajar en la parte de atrás, en determinadas zonas de barrios ortodoxos judíos tienen que caminar por una acera distinta a la de los hombres y carteles en las paredes las llaman a vestir «con modestia».
Las mujeres desaparecieron como si la ciudad solo estuviera habitada por hombres. El fenómeno alcanzó el colmo del ridículo. Tal es el caso de la modelo israelí Bar Rafaeli, quien reapareció en la campaña de invierno de la cadena de ropa Fox Fashion, pero fuera de los límites de la ciudad. A la modelo de la compañía Honigman, Sandy Bar, no se le ve el rostro, solo el brazo y la cartera.
Actos reivindicativos
Las fotografías de mujeres que se multiplican en carteles de Jerusalén forman parte de una campaña contra la virtual desaparición femenina de los espacios públicos. Los pósters de la contra-campaña fueron concebidos por seis mujeres. La convocatoria a través de la red social Facebook insta a la población femenina a tomarse fotografías y colgarlas en sus balcones.
«Estoy en contra de la explotación barata del cuerpo femenino. Pero una minoría no puede adueñarse de la ciudad y hacer que las mujeres y las niñas desaparezcan», declaró una de las promotoras, Idit Karni: «Tengo cuatro hijas y no pienso dejarles una ciudad que perdió la cordura», arguyó. La «minoría» a la que se refiere es la creciente comunidad jaredí ultraortodoxa, cuyos integrantes se conocen como los que «temen a Dios». Constituyen 15 por ciento de la población de Israel y 30 por ciento de la de Jerusalén.
La segregación de mujeres no es nada nuevo en la comunidad ultraortodoxa que vive apartada del resto de la población por decisión propia. En el centro de Mea Shearim hay carteles que advierten a las mujeres de no entrar al barrio, de mayoría jaredí, vestidas de «forma impúdica». La presencia de una mujer es «impúdica por naturaleza», señaló un rabino que no quiso dar su nombre por temor a «ofender sensibilidades». «Nuestra demanda no apunta a reprimir a las damas, sino lo contrario. Nuestro objetivo es proteger su honor y su dignidad», añadió.
La «cruzada» contra las mujeres tiene por lo menos veinte años y forma parte de una lucha cultural entre israelíes religiosos y laicos, en el marco de la cual se incendiaron refugios de autobuses y se pintaron carteles donde aparecían modelos mostrando el hombro o la rodilla.
La campaña del Centro Nacional de Trasplante ADI promoviendo la donación de órganos incluyó carteles en los autobuses con un mosaico de hombres y mujeres mostrando su tarjeta de donante. Bajo presión de la comunidad jaredí, la agencia de publicidad Canaan se apresuró a solicitar el permiso de ADI para reemplazar los rostros femeninos por masculinos. «No aparecían hombros desnudos ni nada provocativo. Pero nos advirtieron que podía haber autobuses quemados», reconoció Dvora Sherer, portavoz de ADI. En la campaña de 2007 fueron dañados carteles que tenían a una donante con su hijo e incendiado un autobús.
Tel Aviv está llena de pósters sexistas con fotografías de mujeres en actitud sensual. La ciudad es considerada por los liberales como el centro de la modernidad y por los moralistas como la moderna Sodoma y Gomorra.
Este país es uno de los que aplica penas duras a los agresores sexuales. El expresidente Moshé Katsav fue condenado a siete años de prisión por violar a dos empleadas.
Las líderes de los dos principales partidos de oposición son mujeres. Por no mencionar a la primera ministra Golda Meir (1969-1974), conocida como «el único hombre del gobierno» y quién, según cuenta la leyenda, dirigió el gabinete con mano de hierro desde su «cocina». Las mujeres temen que tolerar la exclusión sexista, la discriminación y la segregación sepulte a la sociedad.
Durante la festividad judía de los Tabernáculos, el mes pasado, las mujeres tuvieron prohibido caminar por la acera de la calle principal de Mea Shearim, desafiando una orden de la Corte Suprema de Justicia de dictaminó que la medida era discriminatoria. Las mujeres que suben a los autobuses de concesión municipal y que viajan por barrios religiosos se sientan atrás para evitar mezclarse con los hombres. Los supermercados con clientela ultraortodoxa abren a distintas horas para hombres y mujeres. Las emisoras de radio jaredí no emiten voces femeninas por temor a que resulten «encantadoras», o peor, «tentadoras». Tzvia Greenfeld, exlegisladora ultraortodoxa y primera parlamentaria del partido de izquierda Meretz, espera que la contracampaña revierta el patrón de exclusión. «No queremos un espacio público mezclado con el privado, considerado religioso. Pero en las áreas comunes, la separación coercitiva debe prohibirse», alertó la activista y defensora de la separación del Estado y la religión: «Las mujeres regresarán a los muros de la ciudad y su presencia será otra vez aburrida y nadie se dará cuenta», añadió.
Fuente: AmecoPress