09. Perú: Centro Flora Tristán cumple treinta años de trabajo por la igualdad social y de género

El Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán ha cumplido treinta años de trabajo por la construcción del feminismo en el Perú. En 1979, un núcleo de mujeres lanzó esta iniciativa destinada a perdurar. Entre ellas se contaba a Narda Enríquez, Roxana Carrillo, Sara Beatriz Guardia y sobre todo Gina Vargas, que continúa hasta hoy comprometida con la entidad. El propósito feminista de la institución ha sido una valla elevada. La sociedad peruana es básicamente conservadora y alimenta muchos prejuicios. Por ello, las Floras han tenido que enfrentar recelos y superar numerosos obstáculos. ¿Cómo lo han logrado?

En primer lugar, el nombre. Es un signo distintivo de identidad, sobre todo cuando lo adoptan adultos que deciden establecer símbolos de larga duración. En este caso Flora Tristán, pionera del feminismo y del socialismo internacional. Hija de peruano y francesa, Tristán conoció el Perú y lo describió en un relato genial titulado “Peregrinaciones de una paria”. Flora llegó al Perú de los 1830, justo antes que el guano trajera una gran modernización de las mentalidades.

Flora mostró la última sociedad hispanoperuana, que vivía encerrada en la cultura y tradición ibéricas. En forma sorpresiva, la mujer que emerge de sus páginas no es débil ni sumisa. Por el contrario, las limeñas aparecen como muy independientes, circulan de incógnito, fuman en público y asisten interesadas a las sesiones del Congreso. Algunas limeñas de esa época eran de armas tomar y bien plantadas. Nuestras contemporáneas han tenido pasado para formar su modo de ser.

Cuando estuvo de retorno a Europa, Flora Tristán cumplió un doble papel fundador. Por un lado, trabajó intensamente por la liberación femenina; a la vez fue una socialista comprometida y organizadora de sindicatos. Ese doble papel es clave en su fama posterior. En forma paralela, Tristán se preocupa por dos conceptos que iguala en su pensamiento y acción militante: la mujer y el socialismo.

Ese símbolo inspira a las Floras de nuestros días. Ellas representan el feminismo peruano y además una vertiente singular, conectada a la lucha por la igualdad y justicia social. Por ello, tal como lo afirmamos antes, la valla de las Floras ha sido especialmente alta. Su preocupación constante es la mujer popular y los dramas que enfrenta para afirmarse como mujer independiente y autónoma. No es fácil chocar contra los prejuicios nacionales. Por el contrario, ello les ha costado adjetivos calificativos fuertes y negativos. Desde insatisfechas y resentidas, un conjunto de gentes ha querido tomarlas como trastornadas, para tratar de minimizar su presencia y restarle validez a sus planteamientos.

Enfrentando a diario estas situaciones, las Floras han persistido. Son fieles a sus ideales de juventud. Nacieron con un símbolo y mantienen las ideas que las animaron en 1979. Mientras muchos han cambiado y la mayoría ha defeccionado, las Floras siguen en lo suyo. Ya es un logro enormemente significativo en una sociedad tan acostumbrada al transfuguismo.

Pero ahora viene un reto mayor, que se juega en los siguientes treinta años: la transición generacional y la influencia social masiva. La próxima valla es incluso más elevada que la superada en estas primeras tres décadas. Como vemos, hay entidades que nacen con voluntad de trascender y por ello celebramos las realizaciones de las Floras, que nos han acercado a la verdadera igualdad: social y de género.

Fuente: La República (Antonio Zapata)



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