10. Internacional: Estudiar la violencia contra la mujer para prevenirla

La violencia contra las mujeres y las niñas es cada vez más visible en la agenda global de salud y desarrollo. Es vista como un asunto de justicia social y equidad para las mujeres y como una prioridad de salud pública. Después de muchos años de esfuerzos, se sabe más sobre la epidemiología de algunas formas de violencia contra las mujeres, y el conocimiento acerca de qué funciona para prevenir y responder a esa violencia es cada vez mayor.

Sin embargo, en términos de investigación y de evidencia se trata todavía de un campo emergente. Las lagunas en dichos ámbitos incluyen: falta de datos sobre algunas formas de violencia en ciertas regiones; un entendimiento incompleto del ámbito de la salud y otras consecuencias de la violencia; un conocimiento limitado de qué funciona para prevenir y responder a la violencia contra mujeres y niñas, y un sesgo general de la literatura publicada en los países de ingreso alto.

En 2013, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la London School of Hygiene & Tropical Medicine y el Consejo Sudafricano de Investigación Médica produjeron las primeras estimaciones globales y regionales de la prevalencia y los efectos en la salud de dos formas comunes de violencia contra las mujeres: violencia por parte de la pareja y violencia sexual por parte de alguien que no es la pareja. Actualmente existen datos basados en encuestas en 85 países sobre violencia de la pareja íntima. Sin embargo, la calidad de los datos varía a través de las encuestas disponibles y muchos países no tienen información acerca de violencia por parte de la pareja, o tienen encuestas que datan de más de 10 años atrás.

Las lagunas en la disponibilidad de datos sobre la prevalencia son más pronunciadas en algunas regiones, en particular en África Subsahariana central, Asia oriental, el Caribe y regiones de Asia central. Aún menos países tienen datos sobre violencia sexual por parte de personas que no son la pareja, y el conocimiento es escaso acerca de la trata, los asesinatos por honor, el matrimonio infantil, la violencia en escenarios de conflicto y otras situaciones humanitarias. También se conoce poco sobre cómo la violencia afecta a grupos particulares que no son cubiertos por algunas encuestas, incluyendo mujeres de comunidades indígenas, aquellas que viven en prisión u otras instituciones, así como mujeres con discapacidad.

Algunos datos sobre violencia perpetrada por hombres de Asia, el Pacífico y otros países están disponibles a través del estudio IMAGE (International Men and Gender Equality), pero necesitamos entender mejor las causas de la violencia. Además, necesitamos un conocimiento más comprehensivo de la resiliencia y de por qué algunos niños que son expuestos a violencia pasan a perpetrarla y otros no.

En relación con los impactos en la salud, existe información sobre un rango de efectos de la violencia perpetrada por la pareja, incluyendo lesiones físicas, salud mental, salud sexual y reproductiva. Muchos de los datos, sin embargo, están basados en estudios transversales que no establecen vínculos causales entre la violencia y estos resultados de salud. Se requieren más estudios longitudinales y un mejor diseño de estudios para avanzar en la comprensión de los efectos de la violencia en este ámbito.

La evidencia guiará el trabajo

Los esfuerzos por abordar la violencia contra mujeres y niñas se han enfocado largamente en el sector legal y de justicia, así como las respuestas legislativas, el aumento de la concientización y, en una medida más limitada, en la respuesta del sector salud. Más recientemente, la prevención se ha convertido en una prioridad más alta. No obstante, la evidencia de programas efectivos para prevenir que la violencia contra mujeres ocurra en primer lugar, está incompleta.

Como Mary Ellsberg y sus colegas señalaron en su investigación “Prevention of violence against women and girls: what does the evidence say” (The Lancet, noviembre de 2014), esa evidencia proviene principalmente de países de ingresos altos y está enfocada en la respuesta, lo que hace necesario investigar más sobre la prevención primaria en los países de ingresos medios y bajos. Además, la mayoría de las intervenciones han sido probadas en un solo lugar, tienen muestras muy pequeñas o periodos cortos de seguimiento.

En general, existe una necesidad de expandir la base de evidencia sobre qué intervenciones son efectivas para prevención primaria y secundaria y para mejorar la salud y el bienestar de mujeres y niñas que ya experimentan violencia. Se necesitan más y mejores evaluaciones de programas para tasar la efectividad de prácticas prometedoras, y para identificar y desarrollar nuevos enfoques que puedan ser probados a través de tests aleatorios controlados u otros enfoques rigurosos.

Como destacaron Rachel Jewkes y sus colegas en su investigación sobre un cambio conceptual en la prevención de violencia contra mujeres y niñas (The Lancet, noviembre de 2014), los programas deberían estar basados en teorías robustas de cambio que actúen a través de múltiples factores de riesgo y en varios y diferentes niveles. Es necesaria la investigación sobre qué funciona para cambiar las normas sociales y culturales que validan la violencia contra mujeres y niñas y el control de los hombres sobre las mujeres, pues estos factores subyacen a muchas formas de violencia contra las mujeres.

Necesitamos construir ejemplos exitosos de enfoques basados en la comunidad, usados para prevenir la mutilación genital o la violencia por parte del compañero íntimo. Se necesitan investigaciones más complejas, multidisciplinarias, sobre las intervenciones, lo que requiere colaboraciones entre planificadores de programas, implementadores, creadores de políticas públicas, políticos e investigadores.

En 2013, la OMS lanzó una serie de lineamientos políticos y clínicos para responder a la violencia de parte de un compañero íntimo y a la violencia sexual contra las mujeres, que resaltaba las limitaciones de la base de evidencia en los servicios de salud para sobrevivientes de violencia y en el desarrollo de modelos efectivos de servicios. Es urgente contar con una agenda de investigación sobre el sistema de salud para fortalecer la respuesta a la violencia. Tal agenda es particularmente importante a la luz de la Resolución de la Asamblea Mundial de la Salud 2014 que llama a los países a fortalecer el rol de los servicios de salud en atender la violencia, específicamente contra las mujeres y las niñas. Para que esta resolución sea implementada, los países necesitarán saber cuáles son las intervenciones de cuidado clínico más efectivas y qué funciona para fortalecer la capacidad de los proveedores de servicios de salud y para ampliar los servicios.

Para que este campo mantenga su momentum y su progreso, es necesaria la inversión que permita la medición de la magnitud y la naturaleza del problema al interior de los países y entre ellos, junto con evaluaciones de la efectividad de las intervenciones de prevención y respuesta, y métodos de ampliación de las intervenciones efectivas. Hacen falta más investigaciones sobre las formas de violencia sobre las cuales tenemos conocimiento insuficiente. Se debe fortalecer la capacidad de los países de ingreso medio y bajo para posibilitar a los investigadores locales que emprendan esos estudios.

Proveer fondos para la investigación epidemiológica, comportamental, operacional y de implementación también es importante si queremos avanzar en el campo. Adicionalmente, debemos desarrollar un menú más amplio de intervenciones bien evaluadas que puedan ser ampliadas, las cuales podrían estimular la innovación y el compromiso de todos los actores conforme avanzamos.

Fuente: Agencia NotieSe



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