10. México: La homosexualidad vista por la ciencia
Las identidades sexuales no surgieron maduras ni acabadas. Se fueron acuñando en manos de quienes las experimentaban, pero también de quienes las observaban. En este ensayo, el investigador Fabrizzio Guerrero se asoma a los inicios de esta clasificación, hecha por la ciencia.
Todos los años a finales de junio los homosexuales, lesbianas, bisexuales y personas trans salen a la calle para protestar por sus derechos políticos y sexuales por medio de una marcha que tiene mucho de carnaval. No es accidental que se celebre en ese mes alrededor del mundo, ya que en junio de 1969 se dio el famoso enfrentamiento entre la policía de Nueva York y los asistentes a un bar gay llamado Stonewall Inn. Para muchos, fue en este momento cuando comenzó el moderno activismo gay, al menos en el mundo occidentalizado.
Es indudable que dichos eventos que mezclan la protesta con la fiesta han generado conciencia a nivel mundial y han sido la punta de lanza del activismo lésbico-gay. Este activismo se ha presentado incluso como una extensión lógica de los derechos humanos.
Así lo ilustró la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, al defender el tema en la Organización de las Naciones Unidas. Curiosamente, una consecuencia de tal discurso justiciero es que ha contribuido a que olvidemos la historia reciente de las relaciones entre el Estado y las sexualidades disidentes, historia en la cual la ciencia biomédica figuró de forma importante como un agente que vino a moldear las modernas identidades sexogenéricas que hoy habitamos y que tomamos por naturales.
En este punto cabría hacer una distinción entre la existencia en toda cultura de prácticas sexuales y eróticas entre hombres, por un lado, y, por otro, esta identidad gay moderna en la cual la sexualidad se experimenta por medio de un trabajo de auto-identificación que algunos antropólogos han nombrado el mito de la fundación/revelación de la identidad personal; esto es, en nuestra moderna identidad gay la sexualidad no es algo que sólo ocurre, sino que se vive como si contuviera la respuesta a la pregunta de quién soy yo y qué debo ser.
Presencia velada de la homosexualidad
Con esto no quiero implicar que la homosexualidad estaba ausente en México hasta antes de que Estados Unidos se convirtiera en superpotencia. Sabemos que los mexicas denominaban cuilloni a los hombres que practicaban sexo con hombres y que, de hecho, solían matarlos por medio de procedimientos terribles si los descubrían. Sabemos también que en la Nueva España los homosexuales eran quemados cerca de lo que actualmente es la Cámara de Diputados. Incluso en el México decimonónico ya había estudios antropológicos que analizaban las variaciones sexuales, aunque siempre desde una perspectiva totalmente atada a un cuerpo biológico que puede sufrir alteraciones monstruosas.
Sin embargo, ni los precolombinos ni los novohispanos y tampoco los mexicanos decimonónicos, pensaban a la sexualidad en términos de identidades, como hacemos ahora, mucho menos como identidades que fundan y revelan quién se es.
La generación de la identidad moderna requería, primero, la construcción de redes sociales de camaradería y, segundo, la generación de un léxico que nombrara estas prácticas. En ambos casos la ciencia biomédica vendrá a jugar un papel fundamental, precisamente por su rol en el Estado moderno.
En este sentido, es muy probable que México haya experimentado un proceso muy similar al que vivió Estados Unidos. En el caso del vecino del norte, a comienzos del siglo XX eran comunes las redadas en baños de vapor donde los asistentes entablaban relaciones homosexuales. En 1901, en México, la gendarmería de la capital arrestó a 41 homosexuales que participaban en un baile en el cual la mitad de ellos portaba vestimentas femeninas; se ha sostenido incluso que el yerno del presidente Porfirio Díaz estaba presente, siendo el número 42.
Dichas redadas a comienzos de siglo ilustran la existencia de redes sociales, el primer requisito antes mencionado y con ello invitan a pensar en los procesos que las generaron. Es muy probable que las enormes migraciones a las ciudades que habían comenzado en el siglo XIX permitieran la creación de redes sociales a las que se podía pertenecer de manera semiclandestina, debido al anonimato que las ciudades hacen posible.
De igual forma, el paradigma higienista que dominaría en la última parte del siglo XIX es fundamental. En 1892, la ciudad de México sufrió una epidemia de fiebre tifoidea que mató a 80 mil personas. A consecuencia de esto, las autoridades sanitarias porfirianas ordenaron la creación de baños en el Zócalo y en otros puntos de la ciudad.
La creación de estos baños públicos en los cuales se llevan a cabo actividades higiénicas de carácter privado muy probablemente generó una atmósfera de anonimato en la cual era posible incurrir en prácticas homosexuales sin arriesgar el prestigio. A la vez, en muchas partes del mundo los vapores se convirtieron en espacios de socialización masculina en los que se podían concretar diversas negociaciones. A modo de hipótesis, es altamente probable que la fiesta de los 41 haya sido posible a raíz de esta urbanización higienista que caracterizó el fin de siglo.
La homosexualidad y sus explicaciones científicas
Sin embargo, estas redes eran todavía incipientes y lejos estaban de ser integradas por sujetos que se autodenominaban como homosexuales. Será ya en las décadas de 1930 y 1940 cuando se presenten evidencias claras de redes sociales en las que comenzamos a encontrar un proceso de identificación asociado a las identidades sexuales modernas. Mucho se ha escrito en este sentido sobre la generación de Los Contemporáneos y la historia cultural de la homosexualidad.
Empero, solemos olvidar que Elías Nandino y Jorge Cuesta tenían una formación científica: el primero era médico, el segundo era químico. Existe una famosa carta de Cuesta escrita en 1940 y dirigida al doctor Gonzalo Lafora que puede servir como ejemplo para apreciar el papel que la ciencia jugaba en la conformación de un léxico que estaba siendo reapropiado por las comunidades mismas que integraban las redes mencionadas.
En la carta, Cuesta le informa a su médico que tiene unas hemorroides que quizás sean una indicación de una feminización que anticipa un cambio de sexo. Hoy dicha aseveración puede sonar absurda, pero esto es sólo porque ignoramos cuáles eran las teorías endocrinológicas que dominaban en esa época.
En aquel tiempo, médicos españoles como Gregorio Marañón recomendaban una pedagogía del cuerpo que asegurara a los hombres la intensificación de los atributos masculinos y a las mujeres la intensificación de los femeninos. En este sentido, Marañón afirmaba que debíamos luchar contra la heterosexualidad que nos arrastraba a la homosexualidad. Pero no nos confundamos, Marañón interpreta el término «heterosexualidad» en su sentido etimológico más literal de tal suerte que ésta es ese relicto del otro sexo que está dentro de todos nosotros y que debe ser dominado para convertirnos en hombres y mujeres plenamente desarrollados.
Marañón, a su vez, estaba fuertemente influido por las teorías metabólicas del sexo que había desarrollado Oscar Riddle, según las cuales el sexo masculino se definía por un metabolismo altamente catabólico –esto es, centrado en la actividad– mientras que el sexo femenino se definía por un metabolismo altamente anabólico –centrado en la pasividad–; a consecuencia de esta visión se temía que las mujeres muy activas y los hombres muy contemplativos pudieran desarrollar rasgos intersexuales a nivel conductual y hasta morfológico. De ahí la observación de Cuesta sobre sus hemorroides ya que él era un intelectual y un homosexual.
Biomedicina y penalización de lo homosexual
La imbricación entre el discurso médico y el discurso penal puede ilustrarse con una serie de conferencias que dictó José Agustín Martínez en 1947, las cuales fueron tan influyentes que las visitas conyugales que hoy son un hecho cotidiano en las prisiones no serían inteligibles sin el pensamiento de este abogado, pues él sostenía que las prisiones orillaban a los hombres a sostener conductas homosexuales dado que no tenían acceso a relaciones heterosexuales.
Para Martínez, la homosexualidad no era un crimen en sí misma, sino una condición biológica explicable en términos netamente endócrinos, empero, ello no implicaba que no debiera ser considerada como un problema social ya que era una amenaza permanente de peligrosidad social, pues predisponía a cometer hechos delictivos.
Esta homofobia institucionalizada culminaría en 1962 con la creación del Instituto de Capacitación Criminalística del Poder Judicial del Distrito Federal, el cual profesionalizó la criminología mexicana al dar cursos en psicología, sociología, civismo, criminalística, criminología, derecho penal y procesal, derecho constitucional, relaciones humanas y defensa personal.
Algunas de las más temibles propuestas que emanaron de este Instituto fue la sugerencia de una fuerte campaña propagandística anti-homosexual, así como aplicar con rigor la Ley de Vagos y Maleantes para todo aquel homosexual que fuera sorprendido en la vía pública prostituyéndose o incitando a dichas prácticas; por último, aquellos que fueran detenidos deberían ser remitidos a diversas instituciones médico-legales para determinar responsabilidades penales que culminarían en la creación de un registro de homosexuales similar al que existía para los toxicómanos. Muy probablemente la razón de ser de las razzias a las que se enfrentaron los activistas lésbico-gay de la década de 1970 tenga relación con estos discursos médico-legales.
Ahora bien, no toda la historia de la homosexualidad y la biomedicina en México está conectada a la historia de la medicina legal. Sería importante analizar también las relaciones entre biomedicina, psiquiatría y psicoanálisis. Un buen ejemplo de esto son los trabajos del médico mexicano Rafael Sandoval Camacho, quien encabezó, en 1957, un pequeño libro intitulado Una contribución experimental al estudio de la homosexualidad.
En este texto se documenta la primera operación de reasignación de sexo llevada a cabo en México; esto ocurrió durante 1953 de manera clandestina y en un hospital no identificado. Tristemente, el paciente en cuestión llegó por una amibiasis y no por una cuestión relacionada con su orientación sexual o identidad de género, pero esto poco importó pues los médicos, al descubrir que era homosexual, lo convencieron de que sería más feliz si aceptaba dicha intervención.
Así pues, la historia de la biomedicina en México revela la existencia de un conjunto de aparatos de Estado que introdujeron un discurso patologizante acerca de la homosexualidad, un discurso que paradójicamente llevó a la consolidación de esas primeras redes sociales cuando sus miembros retomaron el léxico con el que se les describía y lo usaron para construir una identidad desde la cual era posible construir un discurso político en términos de derechos.
Creo que tener en cuenta esta historia de las intervenciones médico-legales sobre los cuerpos de los homosexuales ayuda a entender el porqué de la fiesta hoy. Lo que allí se celebra es la vida, la libertad y la alegría de poder expresarse sin temor. Que no nos sorprenda, por tanto, que la identidad homosexual se haya internacionalizado en gran medida gracias al activismo gay norteamericano que se había formado precisamente a la luz de los desarrollos políticos que llevaron a la consolidación del moderno discurso sobre los derechos humanos. Y es que, así como había sido la ciencia europea y americana la que había traído los nombres y las palabras que infundían miedo, fueron esos mismos canales los que propiciaron la creación de una conciencia en resistencia. La identidad homosexual moderna es esa conciencia y eso es un logro histórico.
El papel de la eugenesia
Los vínculos entre Los Contemporáneos y las ciencias no se agotan en la influencia que algunas teorías tuvieron sobre su autopercepción como sujetos en algún grado feminizados a consecuencia de un hecho biológico. En la década de 1930, cuando Narciso Bassols era Secretario de Educación Pública, hubo un par de incidentes relevantes para nuestra historia. El primero es la publicación de fragmentos de la novela Cariátide, escrita por Rubén Salazar Mallén, en la cual describía la vida sexual del mexicano, incluso prácticas homosexuales en las prisiones de México.
El segundo incidente está conectado con una propuesta de la Sociedad Eugenésica de México en la cual sugieren introducir libros de texto sobre sexualidad (tengamos en mente que hablamos de 1934) para así evitar que los mexicanos biológicamente inferiores –a saber, los indígenas– continuaran reproduciéndose de una forma descontrolada. Eventualmente la Unión Nacional de Padres de Familia se opuso a esta propuesta por motivos morales relacionados a la sexualidad y no a la eugenesia, y Bassols se vio obligado a renunciar a su cargo.
Este segundo incidente es de capital importancia pues revela el papel que jugó el pensamiento eugenésico en México. En el caso de la historia de la homosexualidad, hay documentos que prueban que el Tribunal para Menores Infractores del DF llegó a procesar a algunos jóvenes por el delito de «homosexualismo»; dicho tribunal también realizaba perfiles biométricos para detectar si los jóvenes mostraban indicios de degeneración biológica.
Autor: Fabrizzio Guerrero MacManus (Investigador postdoctoral de la Facultad de Ciencias de la UNAM).
Artículo publicado en el número 198 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 3 de enero de 2013.