11. Sakineh Ashtianí, el retrato de una víctima

Sin pretenderlo, Sakineh Ashtianí representa el símbolo de todas esas mujeres que, como ella, no tienen más derecho que el de ir por ahí con la mirada gacha, enjauladas, medio asfixiadas en su prisión de tela. Y al menor paso en falso, martirizadas.

Sé tan poco sobre Sakineh… Sé que nació en Osku -una aldea de la provincia de Tabriz, al noroeste de Irán, en la que las mujeres llevan el hiyab-, en una familia pobre y piadosa. Sé que fue maestra en el parvulario local, una pequeña escuela para alumnos de dos a siete años en la que la maestra hace de todo: para los más pequeños es una mezcla de aya y cantinera; a los mayores les enseña rudimentos de lectura, cálculo, dibujo y religión.

¿Que el oficio de maestra no encaja con la imagen de analfabeta que alguien dio de ella y todo el mundo -incluido yo- ha difundido después?

Es cierto. Pero estamos mezclando dos cosas. Sakineh es azerí. Iraní, pero azerí, pues nació en este Azerbaiyán iraní tan apegado a la cultura local y en el que casi no se habla persa. Analfabeta, por tanto, en persa (lo que explica que no comprendiese nada cuando, en 2008, el juez le hizo firmar su sentencia a la lapidación en el Tribunal de Tabriz). Pero, desde luego, no en azerí (lo que encaja con esta nueva foto suya que no conocía y que me acaban de hacer llegar unos amigos iraníes: en ella se la ve en mitad de la clase, rodeada de sus pequeños alumnos, que parecen adorarla y sostienen lo que supongo deben de ser los dibujos más bonitos del año; Sakineh se mantiene en un discreto segundo plano, cubierta de los pies a la cabeza por un hiyab integral negro que solo deja ver su rostro, del que emana una gravedad hermosa y sutil).

Y, después, esa historia del veredicto de lapidación que firmó sin comprender es, como todos sabemos, más complicada. Cuando se dictó la sentencia, cuando el representante de los cinco mulás que la declararon culpable de adulterio -por tres votos contra dos, pero en conciencia- rugió la palabra fatal de lapidación, ni siquiera lo hizo en persa, sino en árabe. Sí, rajm… Usó la palabra árabe rajm para decir la monstruosidad de esa ejecución que consiste en apedrearte el rostro para reducirlo, lentamente, tomándose su tiempo, a un amasijo sanguinolento… De forma que Sakineh tenía esta otra razón, que no tiene nada que ver con su supuesto analfabetismo, para firmar sin comprender y volver a subir, tan contenta, convencida de que la habían absuelto, al furgón que la conducía a la prisión.

Así que, efectivamente, no comprendió nada en el tribunal.

Hizo el camino de regreso canturreando entre sus dos guardianes, pues creía que los jueces habían comprendido que era una mujer normal y corriente, a la que habían acusado de adulterio injustamente, e iban a liberarla sin tardanza.

Y no fue hasta llegar a prisión, a la celda número cuatro, la de las condenadas a muerte, cuando, en las circunstancias que ha explicado una de sus compañeras, Shahnaz Ghomaní, la única presa política de la celda, comprendió lo que le esperaba realmente: no solo la muerte, sino la peor de las muertes; no un ahorcamiento, como a las otras treinta y tantas mujeres hacinadas, como ella, algunas con sus hijos, en esa corte de los milagros que eran los 40 metros cuadrados de la celda, sino la muerte mediante un bombardeo de piedras que es la de las mujeres adúlteras.

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http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Retrato/victima/elpepusocdmg/20101114elpdmgrep_8/Tes



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