16. OMS: La homofobia es lo que debemos curar
En las noticias han resonado recientemente los casos de jóvenes cuyas vidas han sido prematuramente truncadas debido al acoso, hostilidad y hostigamiento homofóbico del que han sido víctimas, y que los han llevado a situaciones de depresión, aislamiento, desesperación y finalmente al suicidio. Estos y otros casos de intimidación y acoso que ha llegado incluso hasta el asesinato son las manifestaciones más extremas de la ignorancia, el temor, el sexismo y el odio con las que muchas personas enfrentan la diversidad de orientación sexual del ser humano.
Para muchas personas y para una gran cantidad de grupos, organizaciones y asociaciones, la homosexualidad es incorrectamente vista como una manifestación o como un síntoma de problemas de desarrollo, de deficiencias orgánicas o de fallas profundas de la personalidad. Lamentablemente entre las personas que así lo perciben se encuentran también profesionales de salud y hasta profesionales de salud mental. Estas visiones equivocadas suelen estar asociadas con la falta de comprensión de la naturaleza de la sexualidad humana y con agendas políticas e ideológicas que se contraponen con la evidencia. La inmensa mayoría de profesionales de la salud mental han demostrado que la orientación homosexual es un rasgo distintivo individual perfectamente compatible con una vida plena y satisfactoria, siempre y cuando en el medio circundante no exista presión, escarnio, mofa, acoso, hostigamiento, maltrato o violencia.
Pese a que desde 1973 la Asociación Psiquiátrica Americanaremovió la homosexualidad de la lista de trastornos mentales de su manual de estadísticas y diagnóstico, aún hay muchas personas que creen que la homosexualidad “no es normal” y que por esa razón debe “tratarse”, “corregirse” o “reorientarse”. Más aún: la estigmatización que resulta de ser señalado como “portador de una condición anormal o defecto intrínseco” causa un serio impacto en las relaciones interpersonales, en las interacciones sociales y en la autoestima de muchísimos homosexuales.
En 1990, a instancias de la 43ª Asamblea Mundial de la Salud, la Organización Mundial de la Salud también removió a la homosexualidad del manual de clasificación mundial de enfermedades (ICD por sus siglas en inglés). Sin embargo, en muchos servicios de salud y equipos que trabajan en ellos, al igual que en todos los niveles de la sociedad, persisten actitudes de desdén, desapego y franca intolerancia que causan serios desajustes en la armonía comunitaria, afectan el tejido social y dañan, a veces irreversiblemente, a las personas así maltratadas.
En un estudio referido a América Latina que está por publicarse, se documentan experiencias de intimidación y hostigamiento homofóbico en la escuela entre jóvenes de Chile, Perú, México y Guatemala que fueron entrevistados a través de las redes sociales electrónicas. La tercera parte de estos jóvenes admitieron que estas experiencias de homofobia tuvieron efectos negativos sobre su calidad de vida, en tanto les generaron desde sentimientos de tristeza o gran inseguridad hasta la posibilidad de cometer suicidio.
Los intentos por continuar patologizando las orientaciones sexuales no heterosexuales, tanto a través de poner énfasis en la supuesta naturaleza “anormal” de las mismas como mediante los intentos de “rectificarlas” usando las llamadas “terapias de reconversión”, representan una amenaza a la salud pública y a los derechos esenciales de las personas, y también a sus propias vidas. Por ello la homofobia en todas sus manifestaciones debe ser prevenida y enfrentada de manera decidida y enérgica.
Para nosotros, los profesionales de salud en especial, es urgente y también es una responsabilidad moral que reconozcamos algunas acciones puntuales que deben desplegarse para enfrentar el problema de la homofobia en nuestra sociedad:
Despojarse de la idea de que las orientaciones no heterosexuales son patológicas. Los profesionales de la salud deben tener presente que las personas no heterosexuales pueden llevar vidas plenas, satisfactorias y sumamente productivas. Para ello se requiere respeto, apoyo y afecto. La atención de la salud de las personas gay, lesbianas, transgénero y otras no heterosexuales debe darse con respeto, consideración, calidad y calidez.
Reconocer manifestaciones de violencia y manejarlas de manera integral, dando parte a las autoridades competentes y protegiendo siempre los intereses de la persona que es víctima de hostigamiento y maltrato.
Denunciar la existencia de una dimensión siniestra de la homofobia representada por las malas prácticas médicas, psicológicas o de cuidados espirituales conocidas como “curas de reconversión o reorientación”, que se basan en el prejuicio y el desconocimiento, y no en estudios científicos.
En la literatura científica no existe evidencia alguna de que sea posible modificar la orientación sexual. En cambio sí abundan los hallazgos bien documentados del deterioro emocional que sobre la persona y sus allegados resulta del uso de estas “pseudo-terapias”.
Para que las personas gay, lesbianas, bisexuales, transgénero y otros miembros de la diversidad sexual puedan vivir vidas satisfactorias y formar relaciones estables y duraderas, formar familias y ejercer sus derechos ciudadanos de manera plena es necesario que tengan acceso equitativo a servicios de salud adecuados y de calidad y que además su medio ambiente sea propicio para su desarrollo y productividad como el del resto de personas en la sociedad.
Por Dr. Rafael Mazín, Asesor Regional en Prevención y Atención Integral de VIH/Sida, Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.