16. Perú: Una de las últimas obras del saliente Presidente evidencia muchas de las agendas pendientes por trabajar en el país
Alan García calificó esta obra como ‘una sorpresa’, y lo ha sido, aunque de mala manera. El Cristo del Pacífico levantado sobre elMorro Solar de Chorrillos provoca la polémica, atiza las protestas de urbanistas y autoridades y también nos alerta de que el presidente hace lo que le da la gana. Todo con la intención de masajearse el ego y asegurar su pasaje a la posteridad.
“El Cristo que Alan García quiere dejar para la posteridad tiene la estética de un monumento de casino”, afirma, sin anestesia, el psicoanalista Joge Bruce. A contracorriente de muchas voces, dice que cuando se enteró de que la imagen estaba hecha de fibra de vidrio ya no pudo pensar más en compararla con el Cristo del Corcovado brasileño –esa sí es una obra de gran valor artístico y de ingeniería–, sino en su similitud con las estructuras de los casinos de Las Vegas que están llenos de copias de la Torre Eiffel, del Partenón, de las pirámides egipcias y otras recreaciones. “Es lo que llamaríamos un pastiche, una copia sin valor. El Cristo es eso, un pastiche. Se podría poner en un parque de atracciones, pero imponerle ese monumento a Lima es un acto de prepotencia, abuso y mal gusto abominable”.
Una de las causas para ese capricho del presidente es su narcisismo, su ego descomunal. Tiene la pretensión de que la gente asocie con él una obra que podrá ser vista desde toda la Costa Verde e incluso desde otros puntos de Lima. “Hay algo de estética fascista, musoliniana, en dejar un monumento para que a uno lo recuerden. Es un obsequio que él le hace al pueblo peruano, y por eso puso énfasis en su donación de 100 mil soles, con el deseo de que políticamente le sea funcional”, dice Bruce. ¿Está pensando García en el 2016? Por supuesto. Aunque lo niegue.
Alan el Grande
Todo indica que García quiere su boleto a la posteridad apoyado en obras grandiosas que lo mantengan en la memoria de ‘su pueblo’ a la manera en que Manuel Odría es –mal que bien– recordado por su gestión constructora. Dicen que el líder aprista lo ha recordado varias veces en reuniones privadas. Antes de dejar el gobierno, a García le queda por inaugurar –además del Cristo del Pacífico– el remodelado Estadio Nacional y el Tren Eléctrico, obra emblemática para él y su partido. También ha anunciado que va a inaugurar unas 100 obras antes de apartarse del poder.
Otro especialista que cuestiona el valor del monumento puesto en el Morro Solar es el arquitecto y urbanista Wiley Ludeña, para quien esta ‘copia literal’ de la versión brasileña se enmarca dentro de la tradición de esculturas como las de Franciso Pizarro y otras, que siendo réplicas de algunas ya existentes han ocupado lugares importantes en nuestra ciudad, como si fueran expresiones de un arte original. “Eso me parece una falta de respeto a la creatividad de los artistas, a la posibilidad de crear obras auténticas, a un arte urbano que irradie una actitud creativa y democrática. Esa copia nos remite a una suerte de división subsidiaria de Río de Janeiro”.
Bruce y Ludeña no han sido los únicos indignados con el capricho de García. La alcaldesa de Lima, Susana Villarán, fue la primera sorprendida el día que el presidente anunció la colocación de la imagen, traída en barco desde Brasil. Según García, “era un sueño personal darle a la ciudad una imagen que represente la bendición al Perú y la protección a Lima”. En aras de ese sueño personal, el mandatario pasó por encima de la autoridad limeña, de la opinión pública, y se saltó a la garrocha varios procesos administrativos. No le consultó su decisión a nadie.
Villarán ha expresado su descontento indicando que la imagen no debería estar en el Morro Solar, sino más bien –y con mejores argumentos– en algún punto de la carretera Interoceánica para expresar la amistad peruano-brasileña, pues esa vía une nuestros países. La idea es vista con buenos ojos por Jorge Bruce, quien afirma con humor que en esa zona por lo menos cumpliría con su objetivo: el de transmitir la paz y unión entre las personas. Además Odebrecht, que ha donado la imagen, es la constructora de la carretera.
Yo el Supremo
Otro aspecto muy criticado del presidente y su capricho colosal es el talante autoritario, virreinal, que ha reafirmado con esta decisión inconsulta. A pesar de que las protestas estallaron de inmediato cuando se conoció la noticia, igual se ha puesto la imagen en su pedestal y hoy las obras ya están culminadas. No hubo el menor propósito de enmienda. Solo falta la inauguración del Cristo, con sus luces de 26 colores. “Ese tipo de actitudes encarnan un autoritarismo incalificable, un irrespeto a las competencias.
El sueño de Alan García no puede convertirse en la pesadilla de toda la ciudad. Ahí hay un desprecio a la ciudadanía”, dice Ludeña. Para el urbanista, ninguna ciudad de las dimensiones de Lima debe estar tan supeditada a esa manipulación de las decisiones.
“Con el criterio que se ha aplicado aquí, igual se podría poner una planta nuclear en cualquier parte del país sin pedir permiso a nadie. La ubicación de ese monumento en el Morro Solar, siendo un elemento geográfico que les da personalidad a todo el litoral limeño y al paisaje urbano, no puede ser tratado como si fuera propiedad privada del presidente o del municipio local. “En ese afán, incluso ha enfrentado a la autoridad distrital con la provincial”, precisa Ludeña.
Yendo al tema del impacto sobre Lima, el urbanista encuentra que al presidente le importan poco los valores arqueológicos e históricos que tiene el morro chorrillano. Ahí se libró parte de la batalla de Lima cuando el ejército chileno invadió la capital. Si se excava se encuentran todavía restos de armas, uniformes y hasta osamentas de soldados peruanos y chilenos. Al respecto, el ministro de Cultura, Juan Ossio, ha terminado indicando que el INC dio luz verde a la construcción porque “es un reconocimiento a los héroes caídos”. Más ha podido su amistad con el mandatario que su respeto al morro y a la ciudad.
A todo esto, no hay punto de comparación entre el Cristo del Corcovado brasileño y el que nos ha ‘plantado’ García como si de su jardín se tratara. El brasileño está ubicado en una montaña verde que se eleva por encima de los 700 metros sobre el nivel del mar y entrega una vista hermosísima de Río de Janeiro y sus playas espectaculares. Es además un ícono del Brasil, una imagen reconocida en el mundo y una de las siete maravillas del planeta, al lado de Machu Picchu. Aquí el Cristo se pierde entre los pliegues del morro –que solo mide 250 metros– y mira al litoral limeño pero también a los asentamientos humanos ubicados a sus pies. Si la idea es que sea parte de un circuito turístico, habrá que trabajar bastante en la zona.
El escritor Javier Arévalo ataca con gracia los argumentos con que el gobernante y sus voceros oficiosos defienden su Cristo de fibra de vidrio: “Los tiranos decretaban que el lunes saliera el sol o que la historia comenzara con ellos. El ego de García es de tiranuelo latinoamericano. Es fea la prepotencia con que lo hizo, fea la copia que nos hace epígonos de Río. En (la playa) Agua Dulce te ponen un fondo de Miami y te fotografían. Qué triste es ser limeño y tener que hacer postales con una imagen típica brasileña”.
Demoler, demoler
Hay otros aspectos que Jorge Bruce encuentra en el juego de Alan García: su manipulación de la población. Ocurre que al tratarse de una imagen de Cristo, es más difícil ser crítico con ella e incluso pedir su demolición. “García sabía que iba a tener la oposición de los sectores informados e ilustrados, pero que iba a tener el apoyo de sectores populares. El pueblo peruano es religioso y que les regalen un Cristo es bien visto. Pero yo veo ahí también una imposición religiosa inaceptable porque el Perú es un estado laico. Yo la demolería”. Muchos no criticarían la imagen solo por la carga simbólica que tiene.
El monumento del Cristo del Pacífico ha ocupado su lugar pasando por sobre la autoridad de la Municipalidad de Lima, el Colegio de Arquitectos, el Instituto Nacional de Cultura y la opinión de conocedores del tema. Algunos incluso plantearon que, si se iba a erigir una imagen en el lugar, por lo menos debería tratarse de un símbolo peruano como Santa Rosa o San Martín de Porres. Para el urbanista Ludeña, ni siquiera debería considerarse esa posibilidad. “En países europeos, por ejemplo, se invierten millones de dólares para evitar pasar por la punta de un cerro y prefieren hacer un túnel. ¿Por qué? Porque tienen una conciencia ecológica y una conciencia sobre el valor del paisaje como un factor de identidad local, regional o nacional. Aquí no entienden la idea”. Por lo pronto, con los hechos consumados, habrá que acostumbrarse a la copia del morro.
Por Raúl Mendoza
Fuente: Diario La República