17. Bolivia: La vejez en personas con orientación sexual distinta

Es obvio que la vejez nos llegará a todos. Sin embargo, la sociedad ha empujado a vivirla de un modo más desprotegido a las personas gays, lesbianas, transexuales y bisexuales. Muchos han optado por la soledad. Sin embargo, la invisibilidad de las lesbianas puede favorecerlas, no sólo porque viven más tiempo, sino porque cuidan mejor sus relaciones.

Se comporta de formas distintas cuando está en La Paz, Santa Cruz o Miami. Si estuviera en un bar de la plaza Pérez Velasco tomando unas cervezas y dijera que es gay, podrían agarrarlo a patadas, con pocos miramientos a sus ya venerables años de jubilación. Es lo que opina Sami (nombre supuesto), un gay cuyo elevado perfil académico -tiene un doctorado en psicología- lo convierte en una excepción, al menos para los estándares bolivianos. Tiene una carrera universitaria y un doctorado, pero además trabajó en Estados Unidos. Tiene la posibilidad de viajar frecuentemente entre ambos países. En este sentido, su vida es una excepción, puesto que en Bolivia, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 63% de los adultos mayores viven en situación de pobreza. Eso equivale a 660.000 personas que carecen de servicios de saneamiento, agua potable y, además, bajo nivel de educación. Sí, Sami puede sentirse, en ese sentido, afortunado. Es parte de un afortunado 14% de la población de ancianos que tienen cubiertas sus necesidades básicas.

La carga de estar oculto

Pero la vida no sólo consiste en tener un techo y algo de pan. Se necesita de los demás para realizarse plenamente, pero cuando los demás no aceptan que la orientación sexual no corresponde a las categorías clásicas hombre-mujer, hay un problema de negación. Sami es capaz de amar como cualquier persona, pero en La Paz, por ejemplo, no puede ser él mismo. Durante años ha escuchado manifestaciones homofóbicas que lo pusieron en guardia y evitaron que se exprese como él hubiese querido. Y así, durante años. Quizá por eso aprendió a gustar de la soledad. Se ha acostumbrado, en Estados Unidos, a llegar a una casa en la que nadie lo recibirá con un abrazo.

No se puede decir que en su juventud no hizo nada para cambiar esa situación. Como profesional, sabe que no aceptar a una persona ha llevado a bolivianos y bolivianas a refugiarse en el alcohol o a desencadenar depresiones y angustias que pueden alterar radicalmente la calidad de vida. Por eso, junto a una asociación de psicólogos de Nueva York organizó una primera marcha gay. Fue hace casi 30 años. Contra todos los pronósticos, la gente los aplaudió. Poco después, consideraron un triunfo que la Asociación Americana de Psicología cambie sus definiciones y retire a la homosexualidad de la lista de enfermedades. Pero hasta que esa decisión tenga un impacto en la actitud de culpa que se ha estimulado durante años en la mente de algunas personas, pasará mucho tiempo. Sin embargo, hay cambios. Sami ha conocido a personas de más de 60 años que ‘salieron del clóset’, es decir, decidieron hacer pública su orientación sexual. Esto no implica que se pongan un letrero en la frente, como dice Fer, que vive en una ciudad del interior del país.

Según Sami, al menos en Estados Unidos hay un fenómeno nuevo entre los gays de la tercera edad. Antes, la gente ocultaba su orientación y hasta se camuflaba como si fuera un hombre casado. Ahora, ya no. Es conocida la historia de una pareja canadiense que era joven en los años 50. Siempre fueron considerados amigos, hasta que, recientemente, decidieron hacer pública su relación, incluso con una ceremonia de por medio. Ambos dijeron que no se sintieron plenamente felices hasta que las leyes de algunos estados permitieron la unión legal entre personas del mismo sexo.

En Florida, cuenta Sami, es muy común que lesbianas, gays, bisexuales y travestis estén tomados de la mano en algunas playas. “A nadie le llama la atención, a no ser que se trate de una persona que viene de otro lugar”, comenta. También hay campamentos en los que se reúnen personas con la misma orientación para confraternizar. Algunos de ellos son nudistas. La libertad es tanta que se está pensando ya en elaborar algunos reglamentos para proteger a los gays mayores del peligro que puede significar un encuentro ocasional. En Fort Lauderdale, por ejemplo, está una de las más grandes poblaciones de gays ‘seniors’ de Estados Unidos, así que es común que sean víctimas de asaltos, robos y asesinatos por parte de criminales que se hacen pasar por posibles conquistas. La Policía local ha elaborado mensajes para difundir consejos que evitan a los mayores convertirse en una víctima fácil de quienes prometen ser en una pasajera aventura.

Bolivia cambia

Pese a las ventajas que ofrece una sociedad como la estadounidense, Sami quiere regresar. No se siente atraído por las comunidades cerradas de gays mayores que han empezado a formarse en Miami. Ha comprado un departamento en Santa Cruz, donde, a diferencia de La Paz, no ha tenido necesidad de fingir su orientación. En la capital oriental se siente más libre. Recuerda que cuando asistió a una revisión médica en la clínica Foianini, les contó a los médicos que era gay, y se sorprendió al ver que ni siquiera se inmutaron. El único problema con Santa Cruz es que no es una ciudad para viejos, puesto que las aceras son muy desiguales y el tráfico hace que sólo quienes están en buen estado atlético puedan cruzarlas con seguridad. Algunos amigos en La Paz están diseñando una casa en la que todos los ambientes son independientes, pero están lo suficientemente cerca unos de otros para cuidarse durante los años de la senectud. Podrían, incluso, pagar en común a una persona para que se ocupe de los asuntos domésticos que, poco a poco, ellos irán abandonando.

Fer, que vive en Cochabamba, durante muchos años tuvo vergüenza de comentar su orientación a sus médicos. Ahora que superó los 60, lo primero que hace es comentarlo. “Si visito a un proctólogo, no necesito decirle nada. Inmediatamente se da cuenta”, asegura. Toda su vida tuvo que fingir que era heterosexual, por la presión del entorno. “En mi época no podíamos ponernos una polera roja, porque ya decían que éramos maricones”, cuenta, aunque dice que a los 13 años ya tenía algunas relaciones con adolescentes de su edad. Eso fue hasta que apareció una chica con la que también tuvo relaciones. Ella resultó embarazada y Fer fue padre durante bastante tiempo. Todo eso, sin renunciar a su orientación, puesto que se divorció de quien fue su esposa. Tiene un hijo de casi 40 años y también nietos. “Pese a eso, no me conceptúo como bisexual. Para serlo, tendría que haber convivido con mi mujer y haber tenido una pareja homosexual”. En resumen, Fer es gay hasta la médula.

Le duele haber perdido el contacto con su hijo, con quien nunca ha hablado del tema. No porque no hubiese querido, pero en esa época nadie lo preparó para hablar de estos asuntos. Su familia es ahora una asociación en la que se reúnen personas GLBT de todas las edades. Esa mezcla de edades, en otros lugares, es rara. “En Estados Unidos, por ejemplo, se reúne la gente de la misma edad. En Bolivia todavía hay una mezcla de edades”, describe Sami.

Llama la atención que la mayoría de los entrevistados varones ha decidido pasar en relativa soledad sus últimos años. Todos dicen que se han acostumbrado a esa situación, aunque Fer asegura que, de animarse a buscar pareja, lo haría para disfrutar de su compañía. Lo erótico ha pasado, para él, a un segundo plano.

En una situación similar está Chendo, que está viviendo su sexta década. “Me he moderado. Empecé a salir a los 20 años con una pareja, pero ahora quiero estar solo”, comenta. Vive con su familia, que es conservadora y muy religiosa. No falta quien le proponga una visita, pero él suele rehuir todo contacto. Lo invitan a las reuniones de la Fundación Igualdad, pero tampoco quiere asistir, porque “no le nace”. Hay un episodio doloroso en su vida, y se limita a decir que fue herido en lo más íntimo de su ser. Por su tono de voz, por su grado de renunciamiento, se podría decir que ha cedido a las presiones de su época y de su entorno. Tiene, además, la desventaja de ser un hombre relativamente notorio, por lo que no se ha animado a hablar abiertamente de su orientación. Tampoco fue posible entrevistarlo en persona, puesto que insistió constantemente en mantener el anonimato.

Amigas de Safo

Quienes parecen tener otro talante son las lesbianas. Con mucho, es el sector de la población LGBT más ‘escondido’, aunque se puede considerar a este año como uno de los hitos de su liberación, puesto que varias manifestaron públicamente su orientación en el lanzamiento de una campaña por el respeto a la diversidad sexual. Karina (esta vez no es un nombre supuesto) es una de ellas. Contactó a EXTRA con lesbianas mayores, y por lo que una de ellas cuenta, la apertura que se está empezando a vivir en Santa Cruz ha animado a algunas a vivir en pareja. “Con la edad que tengo, vivo con mi pareja y nos queremos mucho. Creo que no nos vamos a separar ni cuando estemos viejitas. Si hay amor de verdad, se puede estar muchos años. Ya vivo 14 años con ella. Y no somos las únicas”, cuenta Esmeralda (nombre supuesto).

Pese a que en Bolivia, según cuenta Eduardo Almaraz, dirigente gay de Cochabamba, no es posible arreglar una sucesión hereditaria para parejas del mismo sexo, en Santa Cruz varias parejas han comprado lotes y han construido un par de cuartitos donde viven plenamente su cariño. No se han enfrentado a este problema, que describe Almaraz: “La Constitución no nos permite dejar a nuestras parejas ninguna herencia. Directamente, podemos dejar a los padres o hermanos, pero no a las parejas. La gente mayor que falleció quiso dejar a su compañero, pero la familia ha saltado sobre los bienes y no hizo valer el hecho de que esa persona hubiera acompañado y cuidado a quien falleció. Sucedió incluso con personas de nuestro grupo que tenían VIH, y la familia los botó para que no vuelvan nunca más. Sus parejas los cuidaron y la familia se quedó con los bienes”, cuenta.

Quienes están preocupados por el envejecimiento y la orientación sexual son los investigadores y activistas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales, que tiene sus oficinas en España. Nayra Marrero, encargada de comunicación de esa asociación, buscó facilitar el contacto con Beatriz Gimeno, autora de un estudio titulado Vejez y orientación sexual. En ese texto, la autora afirma que la marginación de las personas gays se puede hacer extrema en la vejez. “No decimos gays y lesbianas porque la vejez de las lesbianas difiere en muchos sentidos de la vejez de los gays, y difiere para mejor”, asegura.

Esmeralda, que vive fuera del quinto anillo, tiene una pareja que es menor que ella, y no parece haber ningún problema. Es común que haya lesbianas con parejas menores en edad. Como dice Beatriz Gimeno, las lesbianas tienen la enorme ventaja de que la cultura femenina no ha instaurado la juventud ni la belleza física como valor supremo por el que regirse en sus relaciones con los demás.

“Por otra parte, la famosa invisibilidad de las lesbianas, que persigue y acompaña a las lesbianas durante toda su vida, puede llegar a convertirse en el factor que permita que dos mujeres vivan juntas en su casa o en una residencia, o que se visiten unas a otras, o que duerman unas en casa de las otras, o que viajen juntas, sin ser por eso sometidas a presión de ningún tipo”, comenta.

Otro factor que incide favorablemente -continúa Gimeno- en la calidad de vida de las lesbianas ancianas es que, a lo largo de su vida, como las mujeres en general, han protegido y cuidado sus vínculos familiares en mayor medida que los gays y en mayor medida también que los hombres heterosexuales. “Por eso, la soledad y el aislamiento no les afecta de la misma manera”, comenta. En su país, algunas lesbianas están teniendo o adoptando hijos con los que mantendrán relaciones muy cercanas en los años de senectud. En Bolivia, sin embargo, la ley no permite a las parejas de orientación distinta adoptar. Eso no quiere decir que no haya niños criados por gays o por lesbianas. Ellos tendrán compañía, pero, por ahora, son una excepción que las leyes insisten en mantener en regla.

Revista El Deber, Bolivia.

Texto: Javier Méndez Vedia



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