25. México: Aborto ¡Atención! Mujeres decidiendo
La interrupción de un embarazo no es una decisión fácil, pero su despenalización ha contribuido a que este procedimiento sea más seguro y sencillo para las mujeres, lo que permite que salgan de esta experiencia fácilmente. Sin embargo, los prejuicios de familiares, amigos, la pareja o los grupos conservadores pueden repercutir en el estado emocional de algunas de ellas, al generarles tristeza, arrepentimiento y culpabilidad.
Faltaban quince minutos para las seis de la mañana cuando Patricia llegó al centro de salud. Con 22 años de edad, una licenciatura concluida y una propuesta de trabajo en puerta, estaba convencida de lo que tenía que hacer: interrumpir su embarazo.
Llegó acompañada por su prima. «Mi mamá está chapada a la antigua, ella piensa que si estás embarazada te chingas y lo tienes; obviamente no le conté nada». A su pareja, con la que entonces llevaba más de seis años de relación, tampoco se lo dijo. «En ese momento pensé: es mi cuerpo, yo sé lo que hago, es mi decisión». A pesar de esta seguridad, Patricia no niega que sintió un poco de tristeza cuando llegó al centro de salud y vio «una fila enorme» de mujeres, muchas de ellas acompañadas por sus padres o su pareja. «¡Ay, cómo me gustaría que estuviera aquí mi mamá, apoyándome!», pensó en ese momento.
Sin embargo, el verdadero colapso emocional lo vivió minutos más tarde, cuando se acercó a las personas en contra del aborto que daban pláticas afuera del centro de salud.
«Mi prima me dijo que no los escuchara, pero me dio curiosidad, no pensé que fueran a jugar psicológicamente conmigo; hablar con esa gente fue una experiencia traumática».
Patricia ingresó en una carpa donde le hicieron un ultrasonido. La mujer que charló con ella le pidió que imaginara la voz de un bebé rogándole que no lo matara. Le dijo que el aborto es un asesinato, que si dios quita la vida es por algo y que ella no era quién para matar a una persona indefensa. Después le enseñó fotografías de fetos desmembrados y ensangrentados; «así va a quedar tu bebé por tu culpa», le recriminó la mujer. Fue la prima de Patricia quien detuvo esta situación y salieron de la carpa; «pero entonces ya era demasiado tarde, porque ya me había metido pendejada y media en la cabeza».
Por si lo anterior fuera poco, Patricia recuerda que en la puerta del centro de salud había unas monjas, quienes oraban en voz alta para que dios protegiera «a los angelitos que estaban a punto de ser asesinados». Afectada, Patricia se puso a llorar, incluso asegura que se arrepintió por un momento, pero luego recordó que no quería ser madre todavía, que tenía muchos planes y no era el mejor momento para formar una familia. A las siete de la mañana se abrieron las puertas del centro de salud y las mujeres en fila pudieron ingresar. La decisión estaba tomada.
La gente menos ética del mundo
Escenas como la que vivió Patricia antes de entrar al centro de salud son comunes en las afueras de clínicas y hospitales del Distrito Federal donde se practica la Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Oriana López Uribe, coordinadora delFondo María, un programa que apoya a las mujeres de cualquier parte de México que desean abortar, señala que son muchas las mujeres que logran superar un procedimiento de ILE sin complicaciones emocionales.
Aunque reconoce que sí hay quienes llegan a desarrollar tristeza, culpa y arrepentimiento, estas emociones, muchas veces son resultado de factores externos, del contexto social y cultural en el que se encuentra la mujer. Para López, los grupos en contra del aborto que se instalan afuera de los centros de salud son uno de esos factores externos, a los que describe como «las personas menos éticas de este mundo», pues afirma que su misión es hacer que las mujeres sufran y se sientan culpables por interrumpir su embarazo. Esta opinión la comparte Patricia, pues aunque logró completar el procedimiento, considera que la plática que tuvo antes de entrar al centro de salud sí la dañó psicológicamente.
«Estoy segurísima de que eso fue lo que me afectó, porque yo no estaba mal, me encontraba segura de mi decisión, incluso pensaba no contárselo a mi novio; pero después de esa plática me entró mucho remordimiento».
Un día después del aborto, Patricia no pudo más y le confesó todo a su pareja, quien se dijo defraudado y no quiso saber nada de ella. Aunado a esto, cualquier problema, por mínimo que fuera, Patricia lo relacionaba con su decisión: «eso me pasa por haber abortado», se reprochaba.
También el factor religioso jugó un papel importante para que su estado de ánimo decayera por completo. «Llegué a arrepentirme por lo que había hecho, incluso pensaba que dios me iba a castigar algún día».
Aunque Patricia lo recuerda como uno de los momentos más difíciles de su vida, actualmente se siente mejor después de algunos meses de terapia psicológica, la cual le sirvió para dejar a un lado los reproches y el sentimiento de culpa.
El aborto no es un charco de sangre
A seis años de la entrada en vigor de las reformas que permiten la interrupción legal del embarazo hasta las 12 semanas de gestación en el Distrito Federal, datos del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) señalan que del 24 de abril de 2007 al 28 de febrero de 2013 se han practicado 95 mil 925 abortos en el DF.
En la ciudad, existen dos maneras en las que una mujer puede interrumpir su embarazo de manera legal: por medio de medicamentos o por aspiración endouterina. En cualquiera de sus formas, al estar legalizados, estos procedimientos no ponen en riesgo la vida de la mujer.
Sin embargo, Oriana López Uribe señala que cuando alguien piensa en aborto se imagina «un charco de sangre», lo que hace que esta práctica sea estigmatizada, cuando en realidad, una mujer puede interrumpir su embarazo y continuar con su vida sin mayor dificultad.
Un ejemplo de lo anterior es Karina, joven de 23 años de edad originaria del estado de Veracruz, quien solicitó el apoyo de Fondo María para interrumpir su embarazo en el DF. Karina tampoco pudo decirle a su familia que estaba embarazada, pero quien sí estuvo a su lado en todo momento fue su novio. «Lo supo desde el principio, y aunque no estaba de acuerdo con el aborto, pues él ya quería ser padre, finalmente respetó mi decisión».
Ambos llegaron a la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente alrededor de las cinco de la mañana. Una vez en la Ciudad de México se dirigieron al Centro de Salud Beatriz Velasco de Alemán, ubicado en la delegación Venustiano Carranza.
Para Karina fue «muy impactante» ver las carpas y la propaganda antiaborto afuera del centro de salud; sin embargo, como las mujeres de Fondo María le advirtieron de la presencia de estos grupos pro-vida, ella simplemente los ignoró.
La joven veracruzana asegura que conservar la «tranquilidad mental» en todo momento le ayudó no sólo a que el procedimiento, si bien doloroso, no fuera complicado –en su caso, y a diferencia de Patricia, fue por aspiración endouterina– sino que también inhibió las crisis emocionales después del aborto. «Cuando pasé con el doctor del centro de salud me hicieron un ultrasonido, entonces me dijeron que iba a tener gemelos; al principio sí fue una sorpresa para mí, por un momento dudé, pero luego me vino a la mente que si con un hijo iba a ser difícil, con dos lo sería más, así que continué firme en mi decisión». Eran las 11 de la noche de ese mismo día cuando Karina y su novio ya estaban de regreso en Veracruz. A un mes de la interrupción de su embarazo, la joven afirma que no hay tristeza ni remordimiento, «fue la mejor decisión que pude haber tomado».
El perfil de la mujer que aborta
El Fondo de Aborto para la Justicia Social María surge en 2009, como parte de la organización feminista Balance.
Su objetivo es que las mujeres de otros estados del país puedan llegar al DF para interrumpir un embarazo, por lo que se les apoya con recursos económicos para traslado, hospedaje y alimentos, o bien, sólo con los insumos sanitarios que los centros de salud les piden para practicarles la ILE, como toallas sanitarias o papel higiénico.
Los apoyos son asignados con base en una evaluación que Fondo María hace de cada caso en particular. Sin embargo, no sólo se trata de ayuda financiera, las mujeres que recurren a Fondo María también obtienen apoyo presencial.
De acuerdo con Oriana López Uribe, en cuatro años Fondo María ha brindado apoyo a más de mil 900 mujeres, de las cuales, 70 por ciento llega a las clínicas del DF por su cuenta y sólo se les ayuda con los insumos sanitarios; en cambio, 30 por ciento son mujeres a las que se les da seguimiento desde que están en los estados, y a quienes generalmente se les da también un apoyo financiero.
López Uribe menciona que el estado de México, Puebla, Veracruz y Jalisco son los estados de donde más mujeres han pedido apoyo al Fondo María, y al preguntarle sobre cuál es el perfil de las mujeres que abortan, ella responde: «Son estudiantes, amas de casa, están casadas, divorciadas y viudas; en cuanto al rango de edad, recibimos mujeres de entre los 10 y los 50 años, así de amplio es nuestro espectro: no hay un tipo de mujer que aborta, todas las mujeres embarazables pueden requerir un aborto en algún momento de su vida».
Maternidades elegidas
Interrumpir un embarazo es una experiencia distinta para cada mujer, pues cada una la vivirá a su manera y según el contexto social, familiar y de pareja en el que se encuentre.
De acuerdo con Oriana López Uribe, es válido que después de un procedimiento de aborto una mujer experimente tristeza o enojo, pues finalmente se trata de un proceso de duelo, pero éste, asegura, no tiene porqué ser permanente.
«Un mito que gira en torno a la ILE es el famoso síndrome post-aborto, con el que se supone que luego de un aborto una mujer nunca más podrá ver un bebé sin romper en llanto o que soñará toda su vida con recién nacidos; eso es falso». Aunque la activista reconoce que la interrupción de un embarazo no es una experiencia sencilla, subraya la importancia de que las mujeres sepan que pueden cambiar su estado de ánimo con el tiempo, para lo cual, si es necesario, se puede buscar ayuda psicológica.
Patricia fue una de esas mujeres que se apoyó en la terapia para recuperar su estabilidad emocional luego de haber interrumpido su embarazo. Actualmente ejerce su carrera, y después de un periodo de separación, su pareja volvió con ella; hoy los dos esperan al que será su primer hijo.
«La mujer que me dio la plática en la carpa me aseguró que después del aborto ya no podría ser mamá nunca más, pero estaba en un error, ¡imagínate! ya estoy embarazada otra vez», dice Patricia.
Por su parte, a Karina le falta un año para terminar la licenciatura, y por su destacado promedio, es probable que le otorguen una beca para estudiar en el extranjero.
Aunque ella tiene la ilusión de convertirse en madre algún día, sabe que ahora no es el mejor momento. «Quiero echar a volar todos mis planes, ya habrá tiempo después de que mi novio y yo tengamos hijos, cuando estemos preparados y podamos darles todo lo que no les pudimos dar a los gemelos».
Fuente: La Jornada( número 204).