¡Camp! Arte y política

¡Camp! Arte y política

Artículo publicado por el Centro Latinoamericano en Sexualidad y Derechos Humanos (CLAM)- Brasil el 10/02/2013 [1] Traducción: Ximena Salazar [2] Un montaje de vigas de madera en diferentes tonos de rojo, azul y amarillo. Una puerta, simétricamente dividida con los colores rosa y azul, con dos ojos, dos fosas nasales, una boca y dos asas que implican lúbricos agujeros. Brillo. Galerías de fotos de transformistas y travestis. Lujo. Viriles muñecos guerreros adornados con arreglos florales. Drama.

La exposición «Camp! Arte y Diferencia» destaca la relevancia de un movimiento estético que también es político. Un estilo que releva el lugar de la desigualdad en las relaciones sociales, con especial atención a las relaciones de género y la diferencia erótica y sexual. La potencia de lo vulgar, de estéticas y “géneros menores” como el pastiche y el folletín.

La escritora estadounidense Susan Sontag, en su famoso texto «Notas sobre el Camp» [3] en 1964, lo definió como una sensibilidad donde destaca la artificialidad, la exageración, la manifestación performativa de la afectación, el esoterismo: prevalece una serie de prácticas y representaciones que tienen en el espacio urbano un terreno fértil para la estilización.

Según Denilson Lopes, profesor de la Facultad de Comunicación de la UFRJ, el Camp constituiría un dominio que se manifiesta de dos maneras: o bien a través del comportamiento, articulando afectación, teatralidad y performance en la constitución de personajes y prácticas – como en el caso de las Drag Queens que tienen en la actitud el triunfo para destacar en la noche. Para Sontag, ropa, películas, muebles, música y edificios son ejemplos de esta estética. El lenguaje Camp juega con la textura, la superficie. Explora contenidos contradictorios, entre los cuales las relaciones de género constituyen una temática privilegiada. «Las drag queens, travestis o personas que se mueven entre lo masculino y lo femenino nos dan un sentido de indefinición, justamente porque no encajan dentro de los patrones sociales tradicionales», afirma el profesor Marcelo Campos (Instituto de Arte de la UERJ), curador de la exposición.

La estética Camp produce una versión estilizada, muchas veces cómica de las relaciones sociales. Por eso la idea de fluidez entre las categorías sociales masculino y femenino, expresiones propias englobadas en por el término en inglés Queer, adoptado como línea teórica que guarda un parentesco cercano con lo Camp. Pero Sontag señala que no siempre la exageración es un marcador de lo Camp. Las atenuaciones son también importantes. Después de todo, lo Camp es un régimen de gradaciones, de matices. No es de extrañar que la figura del andrógino aparezca como elemento notable: «Lo más bello en los hombres viriles es un tanto femenino; la más bella de las mujeres femeninas es un tanto masculina», dice Sontag.

El cine ha sido un espacio considerable para recepciones y representaciones Camp, tanto a través de la comedia, como del melodrama. La película australiana «Priscilla, reina del desierto» (Stephan Elliot, 1994), que narra la saga de un grupo de transformistas camino a un show, recrea y rinde homenaje a una larga tradición de trabajo de este estilo a cargo de artistas aficionados y profesionales del cabaret. La actuación de los personajes demuestra la naturaleza seductora del Camp, aquello que evoca la ambigüedad que desestabiliza marcas hegemónicas ( Ver artículo aquí de la revista Sexualidad, Salud y Sociedad sobre la película y su diálogo con la estética del Camp). Según Sontag: «Es una forma de seducción que emplea gestos susceptibles de doble interpretación, gestos repletos de duplicidad».

El repertorio Camp, sin embargo, a pesar de su marca teatral, no se caracteriza por el cálculo minucioso de las prácticas. La espontaneidad debe guiar las manifestaciones. Las travestis son retratadas en poses y no por eso perjudican la espontaneidad. Son individuos que desafían las normas sociales, invirtiendo o mezclando roles. Definen personajes que no se estabilizan, ya que llevan el sello de la transgresión. Están fijados más a las formas que al contenido. No actúan pretenciosamente. Lo serio y lo «normal» son cuestionados por su frivolidad. Son artificiales, pero poseen un doble registro que sustenta el Camp: la inocencia y la corrupción.

«El Camp revela la inocencia, pero también, cuando puede, lo corrompe», dice Sontag, quien añade: «En el Camp, el elemento esencial es la falta de seriedad, una seriedad que fracasa. Evidentemente, no toda seriedad que fracasa puede asociarse al Camp. Sólo aquello que presenta una combinación adecuada entre lo exagerado y lo fantasioso, lo apasionado y lo ingenuo».

El repertorio Camp no está definido más que por el orden de lo extraordinario, el glamour y el humor. El tiempo es también un instaurador de estilo. Sontag sostiene que muchos objetos Camp son anacrónicos y pasados de moda. «No es un amor por lo viejo como tal. Es que el proceso de envejecimiento o deterioro promueve su expresión. […] El tiempo libera el trabajo de arte de su relevancia moral, entregándolo al Camp», dice Sontag.

Antiguas también son las trascendentales primeras manifestaciones del Camp, que se localizan en el siglo XIX, cuando las producciones literarias, artísticas y arquitectónicas (como la obra de Oscar Wilde y el estilo Art Nouveau) pasaron a privilegiar el artificio, la superficie y la simetría, como apunta Sontag. El Camp ha sido señalado a través de las producciones culturales contemporáneas. A pesar de estar profundamente ligado a lo que el escritor Jack Babuscio ha definido como sensibilidad gay, como en la actuación de las “female impersonators” etnografiados por Esther Newton [4] en los años 60 (Mother Camp, publicado en 1979), el Camp está también presente en el mundo de las celebridades. En los Estados Unidos, el movimiento Camp también se hizo notar por su papel político. De acuerdo a Denilson Lopes, el Camp salió del ghetto para ganar espacios culturales más amplios. Y este pasaje se pudo hacer con la participación decisiva de los medios de comunicación. En ese país, al igual que en el Brasil, el Camp está relacionado con las divas, las cantantes y los actores de novela. «La relación entre el fanático y la estrella es importante en el Camp, porque el glamour está mediado por la performance, por las representaciones que una figura pública provoca, afectando las sensaciones del “fan”. Es una tradición en Brasil, desde las cantantes de radio a mediados del siglo pasado. Hoy en día, las estrellas de las novelas sirven como referencia, debido a que tienen una singularidad impuesta por la sociedad. Los medios de comunicación, por lo tanto, juegan un papel importante en esta dinámica», señala Denilson Lopes.

En el universo LGBT, las paradas gay, acontecimientos de carácter político, constituyen espacios conocidos de manifestaciones Camp. Espacios que despiertan opiniones encontradas. De acuerdo a Denilson Lopes, la performance y la exageración se ve comúnmente como ejemplo de estereotipos – del tipo de hombre gay afeminado o afectado. «El Camp, de hecho, puede abrir este tipo de interpretación. Puede ser visto como un refuerzo de clichés. Pero puede también provocar una mirada alternativa, lejos de los patrones hegemónicos, señalando que las identidades no son fijas, que se deslizan entre los géneros sin amarrarse a estabilidades que ciertas categorías sociales expresan», argumenta Denilson Lopes, para quien también los medios de comunicación están involucrados políticamente.

«Los medios de comunicación, hoy en día especialmente, son elementos centrales en la vida cotidiana. Construyen puentes, articulan deseos, normatividades y transgresiones. Así, en medio de la pluralidad de experiencias posibles, la estética Camp es un espacio para el diálogo», destaca Denilson Lopes. Según relata el profesor de comunicación, la actuación de las travestis en las revueltas de Stonewall en 1969 fue primordial; que fue registrada como un hito en el movimiento conocido como Gay Liberation. Ellas pasaron a representar una identidad política importante, frente al contexto de constante de violencia cotidiana que experimentaban. «La performance en los modelos Camp, en consecuencia, puede representar una forma de afirmación y demanda de respeto en la sociedad», añade.

Opinión semejante tiene el profesor Marcelo Campos (Instituto de las Artes / UERJ), sobre todo en un momento histórico en la lucha por la acrecentamiento de los derechos de categorías discriminadas por su performance sexual y de género. Para el curador de la exposición que la UERJ organizó con el Camp «podríamos aprender a respetar las diferencias, sabiendo que no hay un único modelo a seguir. La máscara, el travestismo, la cultura del exceso, el amor entre iguales, son recurrentes en el vínculo Camp», explicó. «Vamos a aprender con el afecto antes que todo. Vamos a aprender con o a con-sentir, vibrando juntos, latiendo juntos, sin pedir explicaciones», concluye.

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Notas

[1] Camp es una estética proveniente de la cultura popular que se basa en la exageración, el humor y la ironía. Se trata de una corriente artística relacionada con el arte kitsch que identifica sus cualidades en la transgresión. Cubre todos los géneros, las artes plásticas, el teatro y la performance, la música, el cine y otros medios de comunicación.
[2] Artículo disponible en portugués en: http://www.clam.org.br/es/destaque/…
[3] Sontag, Susan. Notes on Camp 1964. Disponible en: http://www.book.tubefun4.com/downlo…
[4] Es una Antropóloga cultural norteamericana pionera en el trabajo etnográfico en las comunidades gay y lésbicas de los Estados Unidos.



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