De la producción artística femenina o la envidia de algo más que el pene
Hasta hoy, la historia y la producción artística así como la de los artefactos de consumo cultural masivo han pertenecido a los hombres. El patriarcado desde su lugar de sujeto del deseo y por lo tanto, sujeto de la producción erótica y pornográfica, ha dejado relegada a la mujer a un lugar de objeto. Se sabe de las dificultades de las mujeres para crear artísticamente, dadas las limitaciones al acceso a los saberes con que se las excluía. Como Virginia Woolf lo cuenta en su “Habitación propia”, las bibliotecas, la escritura y la lectura así como otras manifestaciones les estuvieron vetadas para no distraer en otras actividades su destino reproductivo y doméstico. Si hablamos de la cultura occidental esto fue así, y aún puede observarse en algunas partes del planeta e incluso de nuestro país, la prohibición tácita o expresa a las mujeres de disponer de su tiempo y de llevar consigo lápiz y papel destinados a la escritura.
Ser capaz de crear un saber y una obra artística es un patrimonio estratégico mediante el cual, el sujeto se asienta como tal y elabora una cultura y un mundo simbólico. El tener información es también tener poder, vivimos ahora en la era del capitalismo cognitivo o fase en que la parte más importante de la economía se basa en el comercio de bienes intangibles, como el copyright informático, cultural, artístico y de entretenimiento [1]. La facturación por esos bienes alcanza hoy a ser tres veces lo facturado por las industrias automotrices y se concentra en Europa, EEUU y Japón. Estos bienes intangibles que se refieren en su mayor parte a bienes de consumo culturales dejan atrás la economía de la era de las materias primas e industrias. En definitiva, del conocimiento y las ideas se han apropiado tanto oligarquías económicas como también de género.
La creación sea cultural o artística, no deja de estar afectada por el poder. Censuras de diverso tipo se construyen en su entorno como muros de contención en función a un interés al que quieren servir: dictaduras políticas de izquierda o derecha, fundamentalismos religiosos o el invisible poder del mercado que regula todo bajo una ilusión de libertad.
La creación erótica evidentemente, ha sufrido la censura y está moldeada según cada contexto. En algunos casos se mezcla una censura expresa con una censura sutil marcada por la orientación de las modas del mercado: “en el capitalismo actual, los esfuerzos de control social se han ido desplazando de la férrea disciplina ejercida en el mundo productivo del trabajo al «cuerpo como consumidor, rebosante de apetencias y necesidades, cuyos deseo hay que avivar y estimular” [2]. Las artes más libres de estas barreras son las que por lo general se consideran menos rentables para el mercado: la poesía y algún tipo de teatro o música y en general, toda propuesta artística que ose pasar por errática al desviarse de la tendencia que manda la oferta y la demanda. Las representaciones de conductas sexuales transgresoras a la heteronormatividad, eran antes tabú, hoy también son atractivas al mercado. Entre ellas, las de más lenta asimilación son las relativas a un erotismo lésbico.
Esto tiene que ver con lo dicho inicialmente, la producción y el consumo son mayoritariamente masculinos. Si de gays y lesbianas se trata, el mercado gay es mercado respetable porque vende y compra. La pandemia del sida dio lugar a una buena cantidad de films, literatura y producciones artísticas que se comercializan. Sea desde el Eros o desde el Tánatos, hetero u homo la sexualidad masculina vende, mientras que la femenina no puede prosperar más allá de su lugar tradicional de objeto: [3]“Los comercios dirigidos a una clientela lésbica son heroicos: muchas lesbianas no piensan en lésbico, cuestión que conlleva la muerte de las empresas, frena su expansión y la ambición de las creadoras.”
La independencia económica y mental de las mujeres es fundamental para crear en ellas el circuito de producción y consumo de obras. Y en cuanto a su capacidad de producción artística erótica, habría que escapar previamente al rol que, según Foucault, se le ha deparado desde la normativa corporal: un cuerpo saturado de sexualidad controlado desde la religión, la moral y la medicina y destinado a guardarse en el espacio y las labores de la familia que a su vez recortan su tiempo que poco dedicado a su desarrollo personal y volcado al cuidado o satisfacción de otros. Ese destino social habría servido para según Freud, debilitar mentalmente a la mujer e histerizarla, o histerizar a cualquiera sometido a una falta de libertad semejante. Falta de libertad para crear y afirmarse como sujeto, para nombrar creando lenguaje y una cultura que se reproduzca socialmente sin vivir en un mundo al que no se pertenece.
Si antes fueron la iglesia y la familia que guardaron el mandato del rol destinado a la mujer, hoy en día los medios de comunicación son los que lo reproducen de la forma más natural. Basta mirar la imagen en la televisión y la publicidad de avisos y videos para darse cuenta de la objetivización del cuerpo femenino en especial en torno a productos de consumo mayoritariamente masculinos como la cerveza o los automotrices. Como pilar central de la sociedad del espectáculo, es decir, aquella sociedad que convierte todo en algo a consumir, los medios y la publicidad tienen un poder de difusión enorme en comparación a cualquier obra de arte vanguardista o alternativa que escape al consumo [4]. Digamos que una obra así se encuentra en la paradoja de optar por no hacerse parte del consumo y al mismo tiempo quedar excluida y neutralizada por el poder de los medios y la industria cultural [5]. Es así que encontramos respecto a la mujer, un panorama poco participante en el mundo económico y por lo tanto, artístico. Pese a ello, sin embargo, el principal reto que se le presenta es: cómo brindar una alternativa a una estética erótica que durante siglos la ha hecho su objeto? Cómo, convertirse en sujeto de deseo heterosexual o homoerótico escapando a la tradición que ha hecho del deseo no sólo un deseo erótico sino un deseo de dominación?
No es extraño por lo tanto, encontrar un ensayo de respuesta. Si la respuesta se va a dar desde el cuerpo, el deseo y la sexualidad, no extraña que ésta sea violenta o estridente para registros acostumbrados de una audiencia. Un tipo de respuesta ha sido extremadamente violenta e impúdica, como la puesta en escena por autoras lesbianas desde una estética fuertemente agresiva. Cito a Virginia Despentes y su film “Fóllame”, apología al ojo por ojo y diente por diente, donde las protagonistas, si son violadas no oponen resistencia y se evaden de sus cuerpos, y a la vez, huyendo de la protección del entorno de hogar y usando sus cuerpos para prostituirse, inician una escalada de asesinatos y robos sin compasión. Esto ha dado lugar a la aparición de un nuevo género de “novela negra” o “polar” con heroínas lesbianas.
De otro lado, quizás más placentero pero no menos “chocante” para un público cualquiera, están las novelas o colecciones de cuentos eróticos lésbicos, en los que dedos y bocas se transforman en nuevos órganos sexuales e instrumentos de placer [6]. Si a ello sumamos dildos y otras prótesis, diríamos que el amor lésbico es “naturalmente antinatural” si pensamos que la naturaleza como materia en bruto ya ha sido colonizada y signada por el lenguaje del patriarcado y sus instituciones. No se trata de que las feministas o lesbianas sean seres violentos o poco conciliadores, o que se “reapropien de los mecanismos de dominación patriarcales” -lo que considero una mala lectura- es que hay que ser dura y resistente para dislocar los estrechos márgenes desde la exclusión/libertad que la sociedad de consumo deja.
No se trata de una violencia de dominación sino de la violencia de la que es violentada, es una violencia de reacción de igual magnitud que la estructura que violenta. Si se mira en la historia del arte lésbico, las novelas aparecidas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, presentaban a oscuros personajes sumidos en el tormento de la culpa y en un infierno social que acababan desviando contra sí mismos el rechazo de su entorno, a semejanza de la vida de los “poetas malditos” [7] con un final de exclusión y suicidio, y que expresaban esa misma desadaptación.
Hoy en muchos contextos no se ha terminado aún con ese destino, si bien los derechos y la visibilidad lésbica han hecho progresos por lo que los derrotados personajes levantan la cabeza en rebeldía. De manera que narrativas nada dramáticas, fantasías eróticas firmadas con nombre de autora y ya no bajo un seudónimo como antaño, así como relatos reivindicativos o por qué no, de trágico fin conviven entre sí, dejando al menos un saldo positivo para la visibilidad.
Las mujeres inscritas en el sistema de heterosexualidad también han hecho oír sus voces. En la literatura peruana han escrito desde su experiencia existencial obviamente signada por sus cuerpos pues es desde ahí que el mundo les ha construido su diferencia vital. Este hecho ha provocado que la crítica tergiverse y llame “erótico” a un arte que habla desde el cuerpo, poniendo el acento en la impudicia y el morbo. Evidentemente no todo arte desde el cuerpo es erótico, también habla de la violencia, uno de sus temas centrales y hablar desde el cuerpo o la sexualidad como lo pueden hacer mujeres, lesbianas, gays o transexuales es hablar desde el lugar donde se ha construido su subjetividad como otredad, distinta al sujeto central de la historia y la filosofía, distinta a la antigua concepción del sujeto abstracto protagonista de la filosofía racional occidental, sin tratarse por ello de un subgénero o de “obras menores”.
Bibliografía
Crestelo, Daniel (2003). La geopolítica del cuerpo: la visión del cuerpo. respecto de los distintos sexos y su construcción en función de los discursos legitimados. En: Nómadas, número 8, Universidad Complutense de Madrid. Madrid.
Vidal, Rafael (2004). El poder en el cuerpo. Subjetivación, sexualidad y mercado en la “sociedad del espectáculo”. En: Razón y palabra, número 39. www.razonypalabra.org.mx Junio-Julio.
Sobre la autora
Violeta Barrientos, peruana, profesora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, trabaja en temas relacionados con género, sexualidad y cuerpo. Escritora y crítica literaria.