Dos entrevistas sobre Fora do Eixo (Fuera de Eje)
Pablo Capilé, El Apostol del Activismo Cultural [1] Cuando Pablo Capilé habla los minutos pueden amontonarse y amontonarse pero a nadie parece importarle. Y es que, cual si de un predicador se tratara, las reflexiones que surgen de los labios de este activista cultural brasileño invitan a soñar y creer que sí es posible construir un mundo mejor a partir del activismo ciudadano. Y sólo ese hecho ya es un motivo para celebrar en un mundo que está cargado de miedos e incertidumbres.
Capilé es una de las cabezas más visibles de Fora do Eixo (Fuera de Eje), el colectivo que impulsa desde el activismo cultural una transformación sin precedentes en Brasil. Fora do Eixo nació con el objetivo de romper con la hegemonía de la producción y difusión cultural que se concentraba en Río de Janeiro y Sao Paulo. Lo hicieron a través de festivales artísticos en aquellas regiones que históricamente se hallaban fuera del circuito de la producción cultural. Otrora “parias culturales”, ciudades como Belén, Porto Alegre y Salvador ahora son protagonistas e impulsores del “boom” cultural que vive Brasil.
Fora do Eixo tiene un ejército de 2.000 gestores distribuidos en 200 ciudades de las 27 provincias de Brasil. Su incidencia sobrepasa el concepto tradicional de gestión cultural: Fora do Eixo, junto al trabajo paralelo de otras organizaciones, han construido un movimiento social de las culturas con una incidencia directa en las políticas estatales del coloso brasileño. Desde África hasta América Latina, los actores culturales han posado sus ojos en el trabajo de Fora do Eixo para emular experiencias como la tarjeta Fora do Eixo, un sistema de trueque de servicios que ha permitido a pequeños colectivos artísticos “vivir” de su arte y talento.
Invitado a “Reactiv#s. Los Nuevos Rostros de Cambio de Latinoamérica”, que se desarrolló en La Paz, Capilé compartió los nuevos paradigmas culturales, sociales y políticos que se están gestando desde su país.
Brasil parece estar viviendo una explosión de producciones culturales. ¿A qué se debe este fenómeno?
Brasil es un país que viene desarrollando iniciativas con la cultura desde muchos círculos. Pero fue desde la ascensión a la Presidencia de Lula Da Silva, en 2002, que se posibilitó que provincias que antes no tenían espacio en la discusión cultural comenzaran a sentirse protagonistas. Hubo una apertura del Estado a tener una discusión con el Brasil profundo. Surgieron conferencias municipales de cultura, conferencias federales de cultura y conferencias nacionales de cultura. De allí surgió un movimiento conjunto que logró que el Estado brinde importantes recursos económicos para cultura. Eso, sumado a la posibilidad de un acceso más democrático de internet, ha propiciado este proceso que estamos viviendo.
¿Qué se ha logrado para la cultura?
Desde el Estado se consiguió crear un ambiente favorable para que la sociedad civil cree políticas innovadoras. Se propició la descentralización de recursos para lugares donde antes no se tenía previsto recursos. Está el empoderamiento de figuras culturales para que asuman un papel protagónico en cargos públicos y una emancipación de los colectivos culturales nacidos de la sociedad civil. Hay una valoración importante desde el Estado a la producción cultural, que cuenta con un sistema nacional de cultura. Importante también en este proceso ha sido la búsqueda de interrelación de cultura con ciencia y tecnología, con educación, con deportes y con turismo.
Los colectivos culturales se han convertido en un movimiento social con incidencia clara en las políticas públicas. ¿Cómo se ha logrado esto?
Es un fenómeno reciente. Fora do Eixo fue uno de los principales movimientos que asumieron esa línea como una pauta fundamental. Pero esto es el resultado de un proceso de más de 20 años atrás. Durante los gobiernos militares los movimientos culturales fueron fundamentales en esta lucha que hoy tiene frutos concretos. Allí estaba Caetano Veloso con Tropicalia, entre otros, y nosotros somos hijos de esas gestiones. Un Estado abierto y participativo sumado a internet permitió que entendiésemos la cultura en su sentido antropológico. Es decir que más que pensarnos solamente como lenguajes artísticos, nos pensamos dentro de las disputas de nuevas narrativas sociales. Ahora el movimiento cultural tiene incidencia en las políticas públicas. Y eso es fuerte porque demuestra que estamos bien organizados. Conseguimos estar en el espacio-tiempo de nuestra generación lo que nos ha permitido crear una plataforma que está en el mismo lugar de los sueños y deseos de esta generación. Entonces todas las acciones que desarrollamos tienen un alto impacto en nuestra generación y tiene un apoyo muy fuerte de la juventud.
¿Qué nuevas narrativas se deben debatir?
Es fundamental impulsar debates de nuevas narrativas que sobrepasen las lógicas estructurales de la disputa de clases. Ya no podemos centrarnos en la disputa dicotómica de la izquierda o la derecha; del capitalismo o el socialismo; del partido o el movimiento social. Ya no es tiempo para eso. Es hora de crear una narrativa donde todas esas cosas estén unidas y pensar, por ejemplo, cómo fundir los anhelos de los artistas con la de los políticos, de los campesinos con los de las empresas. Cómo hacemos que todos ellos se sienten en una sola mesa sin importar el lado que ocupen en la mesa. Es tiempo de pensar en impulsar los deseos de la juventud. La juventud no quiere partidos, quiere redes colaborativas. América Latina ya no es esa combativa y guerrillera, ya no es la derrotista. Desde América Latina se está construyendo la mejor propuesta solidaria del nuevo mundo posible, es la que tiene los mejores artistas las mejores propuestas de políticas públicas. Es hora de pensar en una América Latina dispuesta a dialogar con todos, que tiene una cultura de paz, que es dónde más prácticas anti-neoliberales están sucediendo. Ya desterremos esas lógicas de tomar las armas para una revolución armada en contra de las estructuras del capitalismo. Vamos a jugar con el capitalismo. La única forma de tenemos hoy de tener algunas victorias es jugando con el capitalismo, buscar maneras de transmitir de que ya no puede existir como única forma de vida y que se puede trabajar paralelamente. Debemos usar sus herramientas en nuestro favor y no quedarnos solos en guetos. Hay que romper con esa lógica narrativa de muchos seguidores de la izquierda clásica que dice que las personas deben perder para continuar luchando. La nueva narrativa debe ser la de ganador. Yo no quiero tener más el discurso del oprimido, no quiero colocar la culpa a un opresor para justificar mi posición de oprimido. No, vamos para la cima; vamos a hackear todas las herramientas del capitalismo para usarlas en nuestro favor.
¿No es una mirada demasiado optimista ante la realidad del desarrollo latinoamericano?
No existe un motivo para ser un activista pesimista. La lucha por un nuevo mundo posible se centra en la capacidad de poder potenciar las herramientas que tenemos en nuestras manos. Si no llegamos a potenciar a las personas y la creencia de que el ser humano es bueno y que quiere la solidaridad, mejor será dedicarse a ser un funcionario público, montar una empresa o dedicarte a lamentaciones para siempre. Sí, mucha gente está pasando hambre. En mi país 6 millones de personas viven debajo de la línea de la pobreza. Es uno de los países con mayor diferencia social de América Latina, pero los jóvenes no nos estamos sentando en nuestros sillones a criticar, estamos trabajando para cambiar nuestras realidades desde nuestras singularidades. Allí está el ejemplo de Lula que negoció con las corporaciones, no era “el” presidente socialista. Lo que pasa es que Lula entendió que es necesaria una mediación entre el viejo mundo y el nuevo mundo. Entonces, si no entendemos que existe una disputa narrativa por potenciar, estaremos eternamente perdiendo y reclamando a quién ganó. Bolivia tiene un gran potencial discursivo con mucho capital humano no pueden perder ante el miedo y la desconfianza. Tomen como ejemplo lo que se ha conseguido con el movimiento cultural en Brasil. La fuerza que el movimiento adquirió ha permitido que los ministros se den cuenta que es más interesante para las autoridades participar de procesos participativos que mantener esa lógica de reuniones cerradas de gabinete. La primera reunión con la cabeza del Ministerio de Cultura tuvo la participación de unas 300 personas de 80 movimientos diferentes. Ahora tenemos reuniones periódicas para definir temas de políticas públicas.
Entrevista con Felipe Altenfelder de FORA DO EIXO [2] Felipe Altenfelder tiene 27 años y forma parte de una de las plataformas de gestión cultural más revolucionarias de América Latina, Fora do Eixo (Fuera de Eje). El nombre no es casual. Fora do Eixo nació con el objetivo de romper con la hegemonía de la producción y difusión cultural en Brasil, que se concentraba hace menos de una década en Río de Janeiro y Sao Paulo. Lo hicieron a través de la producción de festivales artísticos en aquellas regiones donde nadie lo hacía y que históricamente se hallaban fuera del circuito de la producción cultural brasileña. Otrora “parias culturales”, ciudades como Belén, Porto Alegre y Salvador ahora son protagonistas e impulsores del “boom” cultural que vive Brasil.
Fora do Eixo tiene un ejército de 2.000 gestores distribuidos en 200 ciudades de las 27 provincias de Brasil. Su incidencia sobrepasa el concepto tradicional de gestión cultural: Fora do Eixo, junto al trabajo paralelo de otras organizaciones, han construido un movimiento social de las culturas. Es a través de este movimiento que los actores culturales han consolidado una incidencia directa en las políticas estatales relacionadas al arte y a la cultura. Desde África hasta América Latina, los actores culturales han posado sus ojos en Fora do Eixo para emular sus experiencias. Una de ellas, la tarjeta Fora do Eixo, un sistema de trueque de servicios que ha permitido a pequeños colectivos artísticos “vivir” de su arte y talento.
Felipe compartió con los participantes de Entretejer Bolivia-Cultura de Red las experiencias que están transformando el mundo artístico-cultural de su país.
“Hemos logrado que desde el Estado se entienda la cultura no como un producto, sino como un comportamiento, como estilo de vida, como un proceso de gente que intercambia servicios para mejorar la realidad de sus territorios”.
¿Cómo nace Fora do Eixo?
Empezamos el 2005. El circuito surgió como una conexión de productores, artistas y comunicadores independientes de cinco ciudades de Brasil. La intención es fortalecer las posibilidades de intercambio artístico cultural en ciudades que están lejos de Sao Paulo y Río de Janeiro, que eran el eje cultural de Brasil. Fora do Eixo es un movimiento de interiorización de la cultura en Brasil.
Cuando empezamos había un espacio vacío para la gente que se organizaba en torno de la cadena productiva de la música. Había un colapso de la industria disquera. Surgieron festivales independientes como una nueva plataforma de renovación de la música brasileña. Empezamos a sistematizar tecnologías sociales de gestión para la producción cultural independiente como la organización de festivales o la distribución de discos. Aprendimos a organizarnos y pronto nos dimos cuenta que teníamos en las manos una tecnología transversal para hacer un trabajo de artes integradas. La red fue creciendo y actualmente en Brasil estamos conectados en más de 200 ciudades en las 27 provincias. Nos dimos cuenta que Fora do Eixo no era más un concepto geográfico, sino un concepto antropológico en busca de la construcción de nuevas maneras de trabajar y producir cultura.
¿Cómo funciona orgánicamente Fora do Eixo?
Es una red horizontal. Pero esto no quiere decir que no se tenga una jerarquía, pero que se basa en el principio de legitimidad. Quien trabaja, tiene el derecho a proponer y hablar. Es un mecanismo de legitimidad colectiva. Somos 2000 personas directamente involucradas con la iniciativa. Hay casas regionales, cinco, en cada una de las macroregiones de Brasil.
¿Qué éxitos destacarías del trabajo de Fora do Eixo?
Un logro fundamental fue la identificación de un nuevo mapa de la cultura en Brasil. Con la suma de esfuerzos logramos un alargamiento del eje cultural. Nuevas ciudades son protagonistas de ese mapa. Otro logro es este ambiente favorable que, a partir de Fora do Eixo y con el trabajo de otras organizaciones, ha impulsado un desarrollo increíble de las políticas culturales. Estamos con una capacidad muy sofisticada de elaboración de narrativas en las plataformas de internet. De esta manera el movimiento cultural pone toda su fuerza no solo en las actividades de los circuitos culturales, sino también como movimiento social de las culturas que sale a las calles, que presiona a los políticos por nuevas leyes.
¿El Estado brasileño ahora invierte más en Cultura?
Hay algo interesante. Cuando nosotros visitamos otros países de América Latina, se genera una especie de mito de que el movimiento cultural que se tiene hoy en Brasil es una consecuencia de la inversión estatal. No es así, es todo lo contrario. La inversión estatal es una consecuencia de la presión del movimiento organizado de los actores culturales.
¿Cómo seducir al sector público y privado para que inviertan en cultura?
En Brasil hicimos una acción muy fuerte de construcción de un universo conceptual para posicionar la cultura como un elemento estratégico para el desarrollo del país. Un gobierno que invierte en cultura gasta menos en educación, gasta menos en salud por el potencial transformador y emancipatorio de la cultura.
Hasta los años 90, la comprensión del gobierno sobre cultura estaba relacionada a las teorías inglesas y americanas que visualizan la cultura como arte, como un producto. Desde hace unos 10 años trabajamos la perspectiva más antropológica de cultura. La cultura como comportamiento, como estilo de vida; la cultura no como un producto sino como un proceso de gente que intercambia servicios para mejorar la realidad de sus territorios. Es un trabajo permanente, porque después de que se sensibiliza el gobierno, viene la política de gobierno después el transformar esa política de gobierno en una política de Estado.
¿Cómo se sostiene el equipo de Fora do Eixo?
Hemos desarrollado una tecnología social que es vital para nuestra estructura. Es un paquete con tres tecnologías. Dedicación exclusiva, que es cuando la gente comprende que la sostenibilidad del sector cultural sólo viene después de que tú le pones toda la dedicación. Vivimos juntos (integrantes de Fora do Eixo) para trabajar todo el tiempo. No hay una separación entre trabajo y vida. Pero no hay ocho horas de tortura y ocho horas gastando consumo para anestesiar esa tortura. Tenemos 16 horas de vida y ocho horas de sueños. Y eso es viabilizado por una casa colectiva. Nadie que trabaja en la organización recibe un sueldo fijo. Todos los recursos que ingresan son de todos; todos tienen igual derecho de retirarlas. Y con eso estamos financiando todo lo que necesitamos, viajando, conectando y produciendo.
Recuperaron el sentido del trueque
Realizamos la sistematización de la fuerza de trabajo. Por ejemplo, una hora de ensayo en un estudio de música cuesta 100 reales. Creamos nuestra moneda, las tarjetas Fora do Eixo. En vez de que la banda pagué al dueño del estudio a fin de mes 500 reales, usa las tarjetas que luego puede pagar haciendo su presentación. Hemos sistematizado todos los trueques involucrados con la producción cultural.
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Notas
[1] Tomado de: http://javierbadani.blogspot.com[2] Tomado de: http://javierbadani.blogspot.com