¡Feliz día trabajadoras y trabajadores sexuales!
Por Ximena Salazar
Hasta hace algunos años, el vínculo de la mayoría de l@s ciudadan@s con el Trabajo Sexual se manifestaba sobre todo en imágenes a través de los medios de comunicación, relacionadas a campañas de “erradicación” en prostíbulos clandestinos, o persecuciones de la policía hacia las trabajadoras sexuales trans por las calles y avenidas del centro de Lima. De vez en cuando, en época electoral, algún alcalde mencionaba “la zona rosa” como solución al “problema”; aunque no tuviéramos muy claro qué significaba esa zona; salvo que en el imaginario de muchas personas prevalecía – y sigue prevaleciendo – la idea de una zona alejada (lo más alejada posible) de la ciudad, donde los clientes tuvieran que desplazarse, y así ahorrarnos la constatación cotidiana de que el trabajo sexual existe y que quienes lo ejercen viven, o mejor dicho sobreviven, respiran, sufren y también se alegran igual que tod@s nosotr@s. Por el contrario, el trabajo que realizan, l@s ha hecho merecedor@s del estigma y la discriminación en todas sus modalidades. L@s hemos conocido también desde la salud pública como poblaciones “potencialmente” transmisoras de Infecciones de Transmisión Sexual y del SIDA: nuevo estigma, peor discriminación.
Cuando se dice que “el trabajo sexual atenta contra la dignidad de la persona”, nos preguntamos ¿Cuáles son los argumentos que sostienen que intercambiar sexo por dinero, sin que exista coerción de por medio, atenta contra la dignidad de la persona? En realidad se trata de un argumento que aparece en las postrimerías del siglo XIX que, lamentablemente, aún sigue vigente y cuyo sostén principal es el pánico moral que la existencia de la prostitución genera. La mayor parte de la tradición cristiana, sostiene que el sexo de por sí es pecaminoso, redimido sólo dentro del matrimonio para propósitos de procreación y siempre que los aspectos más placenteros de éste no se disfruten demasiado.
Es un hecho que en todas las épocas han existido formas de negociación sexual por bienes materiales y simbólicos, pero nunca antes como en el siglo XX éstos han sido objeto de toda una maquinaria administrativa, legal y política para erradicarla. Es decir, una construcción del ejercicio sexual “permitido” bajo condiciones de control del cuerpo determinado por la sociedad occidental y cristiana y que ha definido la prostitución, por el contrario, como indigna. Nuestra sociedad le ha dado el contenido y los medios de comunicación han contribuido a difundirlo.
Sea por las razones por las que una mujer, un hombre o una trans deciden dedicarse al trabajo sexual, siempre y cuando éste constituya una decisión personal y autónoma, se trata de un derecho. El argumento falaz de que intercambiar sexo por dinero atenta contra la dignidad de la persona, afecta no solamente la autoestima de quienes ejercen el trabajo sexual, sino también l@s vulnerabiliza frente a diversos problemas sociales y de salud.
En Lima y Callao un 42.3% de trabajadoras sexuales rechaza el oficio que ejerce, es decir lo niega y se avergüenza. Detrás de este rechazo se encuentran los mismos argumentos de “indignidad”, “inmoralidad”, de “estar haciendo algo malo” [1]. Sin embargo la misma investigación ha demostrado que un factor muy importante para tener una conciencia de protección es, justamente, tener una actitud de aceptación hacia el trabajo que se realiza.
Pese a todo, l@s trabajador@s sexuales se están transformando en actor@s sociales con sus propias demandas y necesidades que deben, prontamente, plasmarse en políticas públicas. La alternativa es abandonar el inútil discurso de la indignidad y de la inmoralidad y más bien promover cualquier tipo de organización entre las trabajadoras sexuales: solidaria, de ayuda mutua, política etc.; y promover, además, la aceptación de este trabajo, como cualquier otro, partiendo de la premisa de que cualquier trabajo, siempre que sea voluntario, no tiene por qué ser indigno.
No reconoce deberes, quien no tiene derechos; por lo tanto es extremadamente necesario comenzar por reconocer derechos a l@s trabajador@s sexuales para que también puedan poner en práctica los deberes que tod@s l@s ciudadan@s tenemos.
Respecto al tema de derechos, un estudio en trabajadoras sexuales mujeres muestra algunas evidencias relevantes: por ejemplo en Lima y Callao, al momento de ser encuestadas 83.5% no estaba afiliada a ningún seguro de salud [2]. Sabemos que en el Callao el Gobierno Regional otorgó el Seguro Integral de Salud para las Trabajadoras Sexuales: ¿por qué ello no se replica en otras localidades? El 56% de las trabajadoras sexuales mujeres, ejerce el trabajo sexual en locales sin licencia de funcionamiento, lo cual implica que la captación de clientes se realiza en la calle, y el servicio en un hostal de la zona respectiva, en detrimento de su seguridad personal. Respecto a las trabajadoras sexuales Trans, sabemos que la mayor parte del trabajo se realiza en la calle y, tomando en cuenta que casi un 70% [3] se dedica al trabajo sexual como principal alternativa de vida, es necesario tomar medidas para crear mecanismos que hagan más seguro su trabajo, para protegerlas, entre otras cosas, del maltrato y la violencia.
En relación a la violencia, el estudio en trabajadoras sexuales muestra que en Lima y Callao un 61% tiene que pagarle a alguien para poder ejercer su trabajo, sea en forma de cupo, alquiler, pago a proxeneta; donde un 4% se lo paga a la propia policía [4]. L@s trabajador@s sexuales conviven con la violencia: la encuesta mencionada nos muestra que un 23% en Lima y Callao, fue amenazada, alguna vez por un proxeneta, otro 23% por el serenazgo y el 77% por algún cliente. Sin embargo el 72.8% no buscó ayuda [5]. Otro estudio cualitativo mostró las diversas formas de violencia sufridas por las poblaciones de trabajador@s sexuales [6]. Además, un reciente estudio realizado con trabajadores sexuales varones en Lima [7] concluye, entre otras cosas, que aquellos que trabajan en el Cercado de Lima, tienen una negativa definición de sí mismos, debido a la poca habilidad de salir adelante a pesar de trabajar todo el día, fuera de las múltiples necesidades relativas a su salud sexual.
Como vemos, queda mucho aún por hacer en este terreno; mientras tanto comencemos a hacer cumplir y respetar los derechos fundamentales de trabajadoras y trabajadores sexuales en el Perú.
Sobre la autora:
Ximena Salazar es Antropóloga y se desempaña como investigadora en la Unidad de Salud Sexual y Desarrollo Humano de la UPCH y en el Instituto de Estudios en Salud y Desarrollo Humano (IESSDEH).
02/06/14.
Etiquetas: ¡Feliz día trabajadoras y trabajadores sexuales!
Notas
[1] Salazar Ximena, et.al. (2010). Empoderamiento de las trabajadoras sexuales en el Perú y prevención del VIH/sida. Lima: CARE Perú, Unidad de Salud, sexualidad y Desarrollo Humano –UPCH.[2] Op. Cit.
[3] Silva-Santisteban A, Fisher R, Salazar X. et al. (2011). Understanding the HIV/AIDS Epidemic in Transgender Women of Lima, Peru: Results from a Sero-Epidemiologic Study Using Respondent Driven Sampling. AIDS Behav DOI 10.1007/s10461-011-0053-5.
[4] Salazar Ximena, et.al. (2010). Empoderamiento de las trabajadoras sexuales en el Perú y prevención del VIH/sida. Lima: CARE Perú, Unidad de Salud, sexualidad y Desarrollo Humano –UPCH.
[5] Op. Cit.
[6] Salazar, Ximena. (2009). Diagnóstico de la Violencia contra los y las Trabajadores/as Sexuales Mujeres, Transgéneros y Varones y su vulnerabilidad frente a las ITS y el VIH. Informe final. Lima: Care Perú, Fondo Mundial para el Sida, la Tuberculosis y la Malaria.
[7] Bayer Angela, Garvich Mijail, Díaz David, Sánchez Hugo, García Patricia and Coates Thomas. When Sex Work Becomes your Everything: The Complex Linkages Between Economy and Affection. Am J Mens Health published online 23 December 2013. DOI: 10.1177/1557988313514769