Nuevas geografías sexuales y eróticas en las sociedades latinoamericanas
En las sociedades occidentales, paulatinamente, factores de tipo socioeconómico influyen en la organización de la sexualidad, el erotismo y la vida intima (Altman, 2001).
Hoy, la sexualidad y el erotismo se han convertido en bienes que se venden y consumen. Pero, incluso, muchas de las tareas que antaño se llevaban a cabo al interior de la familia, hoy se confían a especialistas externos, lo que se traduce en que, cada vez más, producimos menos cuidado familiar y vida íntima, pero la consumimos más y más (Russell, 2003).
El “comercio sexual”, el mejor ejemplo que traducía antaño la conversión de la sexualidad en bien de consumo, ha dejado de ser el único y exclusivo negocio dedicado a la venta de sexo, erotismo e intimidad. O, al menos, lo ha dejado de ser de la forma que antes lo hacía. Cada vez más, como muy bien lo ha explicitado Agustín (2005), la mayoría de los bienes y servicios sexuales que se venden y compran, ahora son vendidos, no en la calle o en lugares especializados como los “prostíbulos” o “casas de cita”, sino que en bares, restaurantes, cabaret, sex shop y saunas. Incluso, recientemente se ha incorporado Internet.
Por tanto, estamos ante una diversificación del así llamado antiguamente “comercio sexual” y, por ende, están emergiendo nuevas formas de comercio asociados al sexo y el erotismo (Hubbard et al., 2008). Posiblemente, la proliferación de estos nuevos espacios en los que se vende/compra sexo y erotismo sean una manifestación de cambios en el negocio de la entretención orientada al mundo adulto. Estos nuevos espacios rápidamente se están integrando a las economías locales. Muchas ciudades de Latinoamérica, y no ya solo sus capitales, disponen de negocios dirigidos a esta particular forma de mercantilización del sexo y el erotismo. Hasta hace unos años atrás, muchos de estos locales se ubicaban en zonas apartadas de las ciudades. En la actualidad, probablemente, la ubicación física de estos negocios en los centros de las ciudades y su creciente visibilidad dentro del espacio urbano, sean reveladoras de los valores y normas sexuales que dominan un contexto particular (Hubbard et al., 2008). Quizás, sean también indicadores de cambios y transformaciones en los valores y normas sexuales.
Estos lugares históricamente han sido objeto de intenso escrutinio público, debate y regulación. Por ejemplo, en muchos países, la oposición hacia los night club o strip club y otras formas de comercio sexual, se organiza en grupos que tienden discursos de la moralidad pública y privada para emprender sus ataques a estos establecimientos (Frank, 2005)
En todos estos espacios, el staff o personal (diversificado dependiendo del tipo de público al que están dirigidos, aunque la mayoría de estos locales se dirigen hacia hombres heterosexuales y son atendidos por mujeres) que atiende no necesariamente vende sexo a los clientes; también, en estos locales se venden servicios sexualizados y generizados. Incluso, en muchos países de América Latina, se vende un servicio racializado.
Muchos de estos espacios como, por ejemplo, los night club refieren a nuevas formas de voyerismo y nuevas prácticas de diversión y placer. Además, sobretodo en América Latina, estos espacios son fundamentalmente espacios que producen formas específicas de homosociabilidad masculina heterosexual. Y, probablemente, estas formas de entretención adulta sean muy diferentes a las formas de entretención orientadas a la familia en las sociedades occidentales.
Los clientes que asisten a estos espacios – generalmente hombres – invierten mucho de su tiempo libre en estos locales. Curiosamente, asimismo, los hombres, también, buscan la aprobación de otros hombres, identificándose con y compitiendo hacia ellos. Así, estos espacios se transforman en contextos productores de masculinidad. Sin embargo, estos espacios promueven una clara diferencia entre una masculinidad hegemónica heterosexual y otras masculinidades no hegemónicas o subalternas. Los hay dirigidos hacia un público heterosexual y los hay dirigidos hacia un público homosexual, aunque, la mayoría de ellos está orientado hacia la “masculinidad hegemónica”. En ellos se crea y recrea esta masculinidad y las violaciones a las normas que regulan la masculinidad hegemónica son fuertemente sancionadas. Esta homosociabilidad masculina juega, por tanto, un rol crucial en muchos contextos, perpetuando las desigualdades de género (Bird, 1996) y reforzando la homofobia.
Las motivaciones para acudir estos lugares pueden ser variadas. Los clientes que, como ya hemos dicho, generalmente son hombres, no sólo van en busca de contacto físico y eventual placer sexual. Muchos de quienes asisten lo hacen como una forma de alivio y liberación sexual y afectiva, transformándose en espacios privilegiados para la entretención y el uso del tiempo libre. Estos espacios homosociales generan las condiciones para que los clientes puedan dedicarse a actividades tradicionalmente masculinas y a formas de consumo, muchas veces prohibidas en otros espacios, como fumar, beber, ser rudo, vulgar o agresivo.
Pero, un motivo importante para ir a estos lugares sería tener que ver con el tipo de relaciones que podrían desarrollarse con el personal que allí trabaja, que muchas veces, son mujeres jóvenes.
Un interesante fenómeno que acontece en estos espacios es lo que se ha denominado “counterfeit intimacy” o “falsa intimidad”. Según Erickson y Tewksbury (2000) este fenómeno refiere a falsa impresión generada por el staff que atiende un local (como un night club o un bar) de afecto y atracción sexual y erótica hacia algún cliente. Esta estrategia es usada con el objetivo de incrementar que los clientes consuman más.
Este negocio genera las condiciones para la reproducción de un sistema sexo/género, en el que se legitima posiciones diferenciales para hombres y mujeres, donde se objetiva el cuerpo de la mujer y donde se justifican nuevas formas de expresión de la violencia de género. Muchas de las mujeres que aquí trabajan son vulnerables social y económicamente y, por tanto, están expuestas a la violencia y al estigma (asociado al comercio sexual)
Sin embargo, en estos espacios se despliegan complejas relaciones sociales, sexuales y eróticas entre clientes y el personal que atiende. Esas relaciones suponen el intercambio de identidades sexuales, sociales y raciales. Las relaciones íntimas, que muchas veces se perfoman en estos locales, son el resultado de una manufactura mutua de fantasía y realidad, co-creación de fantasías que puede ser incorrectamente interpretada por quienes hacen política pública.
Las sociedades occidentales han ido generando las condiciones para la proliferación de un tipo de negocio que, en principio, está orientado a la entretención y el uso del tiempo libre. Pero, estos espacios lejos de ser únicamente un comercio orientado a la diversión, son espacios políticos, en los que se recrean y sostienen cotidianamente relaciones sociales desiguales.
Pero, a la vez, (sin negar el carácter sexualidado y generizado de ellos) son espacios para desplegar nuevas y diferentes formas de expresión del deseo sexual y erótico. Son espacios ideales para estudiar las transformaciones de la sexualidad contemporánea. Son espacios de fuga, espacios que deben ser resignificados de modo que lleguen a ser parte del abanico de opciones disponibles para el sujeto contemporáneo. Estos espacios son productores de subjetividad y de nuevas geografías sexuales y eróticas. Por tanto, las políticas públicas dirigidas hacia esos espacios deberían estar orientadas no hacia la eliminación de estos espacios, sino que hacia la regulación de la violencia de género, el tráfico de mujeres y la explotación sexual y laboral.
Por tanto, estos espacios nos invitan a reflexionar sobre la cultura contemporánea y el poder y la historia. La reflexión debe continuar…
Bibliografía
Agustín, L. (2005) New Research Directions: The Cultural Study of Commercial Sex. Sexualities, 8, 618 – 631.
Altman, D. (2001) Global sex. Chicago: The University of Chicago Press
Bird, S. (1996). Welcome to the men’s club: homosociality and the maintenance of hegemonic masculinity. Gender and Society, 10, 2, 120-132.
Erickson, D. & Tewksbury, R. (2000). The “gentlemen” in the club: a typology of strip club patrons. Deviant Behavior, 21, 271-293.
Frank, K. (2005) Exploring the motivations and fantasies of strip club customers in relation to legal regulations. Archives of sexual behavior, 34, 5, 487-504.
Hubbard, P. Matthews, R. Scoular, J. & Agustín, L. (2008). Away from prying eyes? The urban geographies of “adult entertainment”. Progress in Human Geography, 32, 3, 363-381.
Russell, A. (2003) The commercialization of intimate life. Notes from home and work. Berkeley: University of California Press.
Sobre el autor
Jaime Barrientos. Profesor Asociado, Escuela de Psicología, Universidad Católica del Norte.