Nuevos aires andinos: ¿Perú pluricultural, laico y democrático?

Nuevos aires andinos: ¿Perú pluricultural, laico y democrático?

Las expectativas del reciente gobierno peruano en relación al Estado laico son ambiguas. El presidente Ollanta Humala, desde que fue candidato presidencial nacionalista en 2006, ha insistido en definir al Perú como un país plurilingüe y multicultural, cuestión que reiteró en su discurso al asumir la presidencia, cuando también recalcó que el Estado peruano le había dado la espalda al interior del país. Humala y su agrupación política, Gana Perú, postularon en su plan de gobierno para las elecciones de 2011, que aspiraban a construir una república democrática, descentralizada y pluricultural. Formularon el deseo de un Estado soberano y autónomo, y reconocieron la existencia de poderes fácticos que debilitaban la democracia, señalando entre ellos a las fuerzas armadas, los gremios empresariales, los medios de comunicación masiva y a las iglesias [1].

No obstante esta declaración, durante su campaña, luego de la visita a la máxima autoridad eclesiástica católica, Humala se declaró a sí mismo como “conservador de la tradición católica”. La invitación del Primado del Perú, cardenal Cipriani, se hacía en el contexto de exigir a los candidatos a no ofrecer en su campaña cambio alguno en cuanto a la despenalización del aborto ni ningún avance respecto de derechos que favorecieran la no discriminación de la población LGBT. Las declaraciones de Humala provocaron el rechazo de algunos sectores que lo apoyaban, pues se consideraron innecesarias.

El arribo de Humala al poder dividió por la mitad a la población del país, y fue logrado gracias a alianzas con otras fuerzas políticas, principalmente, Perú Posible -del ex presidente Alejandro Toledo– de tendencia liberal. Las provincias apoyaron a Humala, mientras Lima, en contra de la memoria histórica, mantenía su voto por la propuesta de continuidad económica presentada por la hija del ex presidente Fujimori, condenado por violaciones a los derechos humanos. El hecho de competir con Fujimori en la vuelta final, también fue un contexto particular para la elección. Por todo lo dicho, puede suponerse que se eligió un gobierno que adolece de cierta debilidad al no haberse hecho aún del poder político y tiene que mostrarse cauto en cuestión de cambios radicales.

El apoyo que no tiene aún dentro del país el gobierno de Ollanta Humala parece buscarlo en el contexto latinoamericano. Durante su campaña en 2011, Humala aludió ser un seguidor del ex presidente Lula, y ha contado, por su postura nacionalista, con la simpatía del presidente ecuatoriano, Rafael Correa y del boliviano, Evo Morales. En Ecuador y Bolivia los movimientos multiétnicos han sido mucho más fuertes y esto ha venido a plasmarse en sus recientes constituciones.

La nueva Constitución boliviana de 2009 coincide con la Constitución ecuatoriana de 2008, en el espíritu de dejar atrás el modelo occidental liberal y referirse a un Estado plurinacional y multicultural, así como en el interés por introducir elementos sociales de equidad, como la no discriminación y el enfoque de género. Tanto Ecuador como Bolivia se han reconocido como Estados laicos (art. 1 de la Constitución de Ecuador y art. 4 de Bolivia). Ambos Estados aspiran a refundar el Estado y a hacer posible otro con énfasis en la protección de los derechos de la población.

La coincidencia entre la nueva visión pluralista en estos países y el recurrir al Estado laico es evidente. Solo un Estado laico y moderno podría garantizar esa pluralidad. Un Estado que rescatara del olvido a parte de la cultura de estos países continuamente sacrificada a la idea de una sola nación, una sola religión hegemónica.

El reconocimiento de ser realidades diversas y desiguales, rechazando un modelo homogeneizador y hegemónico, puede ser un buen camino para democratizar el país y abrir la posibilidad de luchar contra la discriminación por otras razones: género, edad, orientación sexual, discapacidad, etc. Sin embargo, no hay que dejar de reconocer las desigualdades de poder al interior de un sistema de desigualdad, no hay que perder de vista que el sistema de poder hace de un subalterno el dominador de otro subalterno produciendo múltiples discriminaciones, y que por lo tanto, las desigualdades basadas en la sexualidad y el género no necesariamente van a remediarse al lograrse las superar otro tipo de desigualdad. Es más, es conocida la tensión entre los derechos colectivos de una etnia o grupo cultural y los derechos individuales, siendo los más sensibles, los referidos a la sexualidad. De ahí la importancia de mencionar específicamente en las normas u orientar específicamente las políticas públicas hacia la eliminación de una determinada causal de discriminación.

Sabemos que la presencia del Estado en estos países no ha sido muy grande hasta hace muy poco. En comparación con el Estado, la iglesia católica ha sido una institución que ha subsistido durante el Estado colonial y también durante el republicano, encargándose de diversos sectores y desde siempre de la importante tarea de reproducir o transformar el aparato social a partir del sistema educativo. Librada de cualquier desgaste político, la iglesia ha ganado terreno al Estado y al sistema político en cuanto a redes sociales y de influencia. Las parroquias han tenido más seguidores que los propios partidos políticos. De esta manera, el poder religioso se ha hecho de una posición tutelar en un Estado débil y en la supervivencia de una tradición autoritaria.

A este contexto nacional se suma la creciente influencia de las iglesias a nivel mundial y el reemplazo del discurso político, sobre todo de derecha, por un discurso religioso, lo cual pareciera regresarnos a tiempos anteriores a la democracia. Lamentablemente, son tiempos de primacía de los poderes fácticos –el económico y por otro lado, el religioso- que parecen acorralar a la democracia y a los Estados nacionales. Las iglesias evangélicas que provienen de los EE.UU. gozan de gran influencia en América Latina. En dicho país, es conocido el avance que grupos religiosos conservadores tienen en política, su infiltración en la vida universitaria y en las fundaciones más importantes [2].

El gobierno electo en el Perú, ha usado el apoyo religioso –tanto evangélico como católico- para ganar estas elecciones. La tentación de usar a las iglesias como capital de votos es un recurso en países donde los partidos políticos tienen serias deficiencias en juntar acólitos. En el caso de pastores evangélicos, se los postula directamente en listas parlamentarias. En el caso de la Iglesia Católica, basta la reverencia a su autoridad, hecho muy visible en los Estados latinoamericanos. La infiltración de los laicos católicos pertenecientes a grupos conservadores empeñados en la preeminencia de lo religioso dentro del Estado, puede ocurrir sin ser percibida públicamente.

¿Cumplirá el gobierno peruano las promesas ofrecidas a las iglesias o se amparará en sus electores de a pie? ¿Vencerá el poder fáctico o el constitucional? El discurso y las señales del candidato no fueron claros, y persiste la división entre el interior del país y un activo movimiento popular andino que pugna por una reivindicación histórica y una todopoderosa capital que amenaza con su poder de sus jerarquías fácticas y medios de prensa.

En Perú, Bolivia y Ecuador, una de las principales oposiciones a los derechos sexuales y reproductivos que hay que superar es la de la Iglesia Católica y otras iglesias. Mientras una sociedad no esté secularizada y un Estado haga prevalecer su separación de la iglesia, no es posible el reconocimiento de un ciudadano autónomo en sus decisiones ni el respeto a una libertad individual [3]. Las decisiones sobre los cuerpos y la sexualidad –muy unida a la reproducción- se sitúan en un terreno de disputa por la vida, que se debate entre una fuerza tutelar, superior a la voluntad del ciudadano, y la decisión autónoma de este. Sin embargo, habría que tomar en cuenta que de alguna forma, al dejar hacer, el Estado termina identificando su voluntad con la voluntad tutelar de la iglesia, y que además de un Estado laico, este tendría que extender también la libertad ciudadana al ámbito de los cuerpos haciendo entonces una reingeniería de los dispositivos de control sobre la sexualidad, la salud y reproducción. Se trataría de una concepción de la vida de los ciudadanos que no esté identificada solo con sus cuerpos, con su biología. De una percepción de los ciudadanos como sujetos y no objetos –cuerpos- destinados a la producción, consumo o defensa del territorio.

De manera que la declaración de un Estado laico, si bien es un avance en cuanto a la consecución de una autonomía social no opera a manera de causa-efecto sobre los derechos sexuales y reproductivos. La autonomía de los ciudadanos respecto de sus cuerpos dependerá de la medida en que el Estado norme y haga efectivo cumplimiento para garantizarla. Perú se encuentra en un estadio previo al reconocimiento de responsabilidades del propio Estado en relación al poder eclesial. De cualquier forma, una afirmación en terrenos de lo laico sería un avance en la modernización de su Estado y el reconocimiento de la pluralidad cultural añadiría en la democratización del mismo.

Notas:

1. Plan de Gobierno Gana Perú 2011-2016.

2. Una buena referencia es el libro de Susan George, “El pensamiento secuestrado: cómo la derecha laica y la religiosa se han apoderado de los Estados Unidos” o los estudios del historiador Garry Wills acerca de la relación Estado e iglesias en EE.UU. También la consulta al sitio web: http://theocracywatch.org/

3. Un ejemplo del deseo de reconocimiento individual es el plasmado en el plan de igualdad de oportunidades, “Mujeres construyendo la Nueva Bolivia para vivir bien” que recoge las demandas de un sujeto -la Mujer- planteadas de la manera siguiente:

  • tenemos un CUERPO y queremos disfrutarlo en plenitud;
  • necesitamos ESPACIO para existir y que nuestros cuerpos se expresen y desarrollen todas sus potencialidades;
  • precisamos recuperar nuestro TIEMPO para disfrutar de la vida, tiempo para realizar las tareas de nuestro fortalecimiento;
  • queremos recuperar y construir MOVIMIENTOS sociales, políticos y culturales desde nuestras experiencias, pensamientos y propuestas;
  • pretendemos recuperar la MEMORIA de nuestras luchas y sabidurías ancestrales, para alimentar con ella nuestros movimientos y nuestros espíritus.

Cuerpo, Espacio, Tiempo, participación en historia actual y recuperación de la Memoria, son ejes necesarios a la configuración de una subjetividad autónoma y con reconocimiento colectivo.

Sobre la autora:

Violeta Barrientos Silva
Profesora de la Maestría de Género de la UNMSM y Coordinadora de Libertades Laicas Perú.



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