Ojo de artista sale pintado: La estrecha relación del arte y la realidad colombiana
El período histórico en Colombia llamado “La Violencia” que oficialmente empieza con la muerte del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y “termina” en 1960 corta en dos la expresión artística del país. Fernando Botero, alejándose de los movimientos tradicionales y usando imágenes perversamente relacionadas con su estética obesa, pinta cadáveres regordetes hinchados por la descomposición. Luis Angel Rengifo dibuja la piel arrancada del cuerpo torturado de una mujer secándose al sol (fig. 1) y Débora Arango retrata la cruda cotidianidad de prostitutas de pueblos afectados por la violencia.
- Fig 1 – Luis Ángel Rengifo, Piel al sol, de la serie violencia, 1963
- Agua fuerte, agua tinta 17/25, 16.8 x 29.3 cm Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá
La muerte y lo tabú se transforman en elementos estéticos que presentan el glorioso horror de ser humano. La sátira, el dolor y la evasión marcan desde entonces a todo movimiento social y artístico en el país.
La revolución sexual de fines de los 60s y la cultura “marimbera» [1] de los 70s generan el ambiente propicio para artistas que como “baby boomers” crecen en una era más privilegiada e irreverente. Bernardo Salcedo destruye el escudo de Colombia (fig. 2), y por consiguiente la definición de la república. Antonio Caro se atreve a escribir el nombre del país usando la fuente estereotípica de Coca Cola (fig. 3). Maripaz Jaramillo retrata la cultura de la rumba salsera en las discotecas de Juanchito en Cali. La brillante Beatriz González desacraliza íconos de la estética nacional y los transforma en objetos como “Naturaleza casi muerta” (fig. 4): un cristo ensangrentado, el Señor Caído de Monserrate, pintado sobre una cama. En colores sicodélicos y estéticas Pop, se muestra la dicotomía de un arte que no es explícito en su lenguaje político pero que conserva su acercamiento a una realidad social que trata de escapar de su propio contexto.
- Fig 2 – Bernardo Salcedo, Primera Lección, 1970
- Serigrafía y duco sobre madera 450 x 270 cm
Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá
- Fig 3 – Antonio Caro, Colombia, 1976–1980
- Esmalte sintético sobre lámina de metal 56 x 80 cm
Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá
Miguel Angel Rojas, armado con una cámara de fotografía, se dedicó a capturar imágenes de hombres teniendo sexo en los espacios del Teatro Faenza, un cine rotativo del centro de Bogotá. Estas fotos en blanco y negro con un altísimo tiempo de exposición muestran a seres comunes cuya prioridad, más que cualquier compromiso político, es el sexo anónimo.
¿Es el artista un participante activo de su realidad o solo una extensión de la cámara o el lienzo? La línea se vuelve borrosa: para pintar la rumba salsera, hay que bailar y tomar ron en la discoteca. Para retratar el sexo anónimo, hay que saber participar en los juegos ilegales del teatro Faenza.
Los años 80 vivieron la bonanza de la Cocaína, y con el dinero que fluyó también la entrada de nuevas tecnologías al país. Los movimientos sociales se vieron totalmente afectados por mecenas de los carteles de Cali y Medellín. La política se volvió farandulera, basada todavía más en apariencias. Los artistas reaccionaron fuertemente y se apropiaron del video para satirizar el estatus quo del poder como es el caso de los videoartes de Gilles Charalambos, video-performancias de José Alejandro Restrepo y filmes de Luis Ospina.
- Fig. 4, Beatriz González, Naturaleza casi muerta, 1970
- Esmalte sintético sobre lámina de metal ensamblada en mueble, 125 x 125 x 95 cm
Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá
En 1991, en medio de una guerra contra los tentáculos del narcotráfico, la constitución se reforma en Colombia. La homosexualidad deja de ser ilegal, acto que abre las puertas para que artistas como Jorge Rodríguez, Daniel Zuluaga, María Teresa Corral, entre otr@s, exploren estéticas GLBT que antes parecían exclusivas de países desarrollados. Los primeros grupos activistas de homosexuales y lesbianas aparecen, y paralelamente Las Hermanitas de la Perpetua Indulgencia – hombres gay vestidos de monjas drag – hacen performancias y videos experimentales para distribuir condones e información sobre VIH/SIDA y criticar la doble moral del país. Constanza Camelo trabaja con prostitutas barriendo el centro de Bogotá en performancias que actúan como actos de protesta contra los asesinatos de trabajadoras sexuales a manos de grupos de “limpieza social». [2] El arte toma un giro y se vuelve más comprometido y explícito, aunque conservando su ironía. Obra y artista son inseparables.
- Fig. 5, Jaime Ávila, La vida es una pasarela, 2002
- Instalación fotográfica, Dimensiones variables
Colección del Artista
Los escándalos políticos del gobierno de Samper y la desastrosa crisis del despeje del territorio del Caguán para la guerrilla de las FARC en la presidencia de Pastrana, dieron un cierto tinte de desesperanza al fin del siglo XX. Al mismo tiempo leyes incongruentes limitaron la vida social en las grandes ciudades, cerrando todos los sitios de entretención a la media noche. Como en toda buena época de prohibición los eventos ilegales florecieron. [3] Fue una de las épocas de creación más interesantes, tal vez no tan visible en los resultados directos que fueron más “happenings” o improvisaciones sin un propio registro, pero que marcó directamente la expresión artística de hoy en día en el país.
Una serie de artistas jóvenes aprovechan esta crisis nacional. Jaime Avila fotografía la miseria de los habitantes menos privilegiados de la ciudad llamando la serie irónicamente “La vida es una pasarela” (fig. 5). Wilson Díaz se interna en la zona de despeje para la guerrilla y graba de manera homoerótica a los guerrilleros bañándose en un río. [4] ¿Son estos los nuevos prostitutos de Débora Arango?
- Fig. 6, Sandra Rengifo, Patty Perica, 2003
- Óleo sobre lienzo, 30x40cms
Colección del Autor de este artículo
La presidencia de Uribe desde 2002 y su re-elección en el 2006 han generado enorme polémica, especialmente debido a las insinuaciones sobre sus vínculos con la extrema derecha. Los 8 años de desgobierno previos a Uribe se vieron reemplazados por un gobierno demasiado presente que ha visto un eco en las expresiones artísticas recientes. La crisis interna forzó a los artistas a generar sus propias estéticas que van más allá de una simple posición política. Años de conflicto en un Estado que puede ser percibido como conservador, hicieron que se desbordara la creatividad de una nueva generación de artistas, la mayoría de estos egresados de Escuelas de Arte, de universidades públicas y privadas, que tienen en su obra también su sustento y se desempeñan en múltiples campos.
Sandra Rengifo se aleja de una expresión explícita, y combina todo tipo de técnicas para capturar la esencia de una rumba que se volvió demasiado banal y retrata a Drag Queens y modelos en circunstancias que realmente dejan de ser exclusivamente colombianas y asumen una estética más universal (fig. 6). Carolina Jiménez genera imágenes digitales de seres eróticos post-apocalípticos, zombies que bien pueden recordar las pesadillas de la “Violencia” pero que no son necesariamente colombianos (fig. 7). María Isabel Rueda toma fotos de “vampiros” góticos en las calles tanto de México como de Bogotá (fig. 8).
- Fig. 7, Carolina Jiménez, Zombie, 2008
- Imagen Digital, medidas variables
Colección del Autor
Espacios como “La Galería» [5] jóvenes curadores como Federico Daza, combinan música con plástica en exposiciones de gran energía pero poco movimiento comercial (fig. 9) – por el momento – que reflejan una fatiga generacional. Los artistas colombianos ya están cansados de la violencia, cansados de la colombianidad estereotipada de Botero y sus engendros, cansados de la asociación con grupos sociales que se están rezagando frente a las necesidades de hoy. Se siente un gran deseo de crear con libertad.
- Fig. 8, María Isabel Rueda con una de sus modelos, 2008
- Fig. 9, cartel de promoción para una exposición contemporánea de artistas jóvenes en Bogotá.
Colombia está pasando por una etapa de transición única que está alterando el panorama estético del país. Las nuevas generaciones concientes de un proceso de globalización, están deshaciéndose de una carga heredada de generaciones de artistas anteriores. Puede que esta sea una manera liberadora de explorar espacios que normalmente son explorados por el arte. La colombianidad, con todos sus componentes, por fin podrá ser vista sin el histórico filtro de la droga, el narcotráfico, la guerra, la muerte y la política
Sobre el autor
Santiago Echeverry es un artista de nuevos medios colombiano, profesor de Arte Interactivo en la Universidad de Tampa, en los EEUU. Sus videoartes, performancias y obras interacti vas exploran las diferencias de género y las relaciones del arte con nuevas tecnologías. Su obra se encuentra en su sitio web www.santiago.cn y su correo electrónico es se@santiago-e.com , www.santiago.bz