Otro mensaje es posible

Otro mensaje es posible

01. Otro mensaje es posibleEstamos indignados con los medios de comunicación y su homofobia cotidiana. Tan indignados, que olvidamos que éstos no son más que un espejo de lo que somos, pensamos y deseamos. Este no es un artículo, sino un itinerario visceral para la transformación.

La objetividad no existe. Todo medio de comunicación (incluso este boletín) vive, observa, valora, procesa, reproduce e interpreta la realidad desde su muy particular y propio espacio de enunciación y poder. Y más precisamente, interpreta la realidad desde las experiencias, creencias y prejuicios de sus periodistas, que tomamos fragmentos de la realidad y decidimos qué es (y qué no es) noticia.

La noticia es un hecho de interés general, veraz y novedoso difundido a través de los medios de comunicación, un hecho que merece ser visto, pronunciado o leído y que reúne algunas características como el interés humano, el conflicto y la rareza. Interés humano pero no por nuestras vidas sino por nuestras tragedias, para reducirnos al rol de víctimas y subalternos, para apagar las cámaras si nos atrevemos a ser ciudadanos, para llamarnos conflictivos si se nos ocurre alzar la voz para cuestionar la heterosexualidad compulsiva o para tacharnos de raros si tomamos las plumas y lentejuelas como modo celebratorio de nuestra diversidad.

Los medios son protagonistas del proceso de formación de corrientes de opinión. Protagonistas moldeados por y en esa relación de amor-odio con aquellos cuerpos que no valen, no sirven ni importan: los nuestros.

Desnudar esta lógica requiere recordar que los medios son empresas y que su producto son las noticias. Sin embargo, no son cualquier tipo de empresa que vende cualquier tipo de producto, porque “la información en periodismo se entiende como bien social y no como producto”, según UNESCO. E incluso si vender noticias fuera como vender sardinas, el INDECOPI recuerda que “no es posible ser un auténtico consumidor si la ciudadanía no está realmente garantizada”.

La ciudadanía no pasa de ser una bonita pero lejana palabra en las vidas de las lesbianas, travestis, gais y bisexuales en Perú. Cada semana muere asesinada una persona única y exclusivamente por ser quien es, en el último quinquenio 4 tratados internacionales no fueron firmados o ratificados por mencionar nuestra ciudadanía, hemos sido eliminados de otras 3 leyes nacionales e incluso se aprobó una que sanciona la homosexualidad.

Pero si las leyes peruanas regresaron a 1920, los medios se fueron directo al virreinato.

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Otro mensaje es posible

Un besito para Phillip

“Si yo por la mañana voy al nido de mi hija y veo a dos lesbianas u homosexuales chapando, les pido por favor que se vayan a la primera y segunda, a la tercera ya los estoy pateando”, amenazó el periodista Phillip Butters en su programa de Radio Capital en quincena de febrero, días después de que una veintena de parejas de lesbianas y gais fueran golpeadas y perseguidas por la policía en la Plaza Mayor de Lima por besarse en las sacrosantas escalinatas de la Catedral. Al día siguiente nos recordó que “ustedes tienen que entender que son una minoría y deben saber respetar el derecho de la mayoría”, y reiteró que “a la quinta, sí te pateo hermano”.

Las tan generosas promesas de patadas de Phillip despertaron muy diversas muestras de solidaridad (así como nuestros más profundos deseos masoquistas). Los actores Carlos Carlín y Gonzalo Torres jugaron con la idea de regalarle un besito al periodista y éste no tuvo mejor idea que seguir amenazando con que «yo le rompo el alma y después, evidentemente, tendré que pagar los daños, las lesiones» porque «con mi hija no se va a jugar (…), que yo no sea un apologista a la homosexualidad no quiere decir que sea homofóbico».

Quizás Butters no sea homofóbico y yo no sea homosexual, pero Radio Capital sí atentó contra nuestras vidas: permitió que el periodista incite a la violencia a través del espectro radioeléctrico que nos pertenece a todos, y que lo haga no una sino 3 veces. Pero peor aún, cerró filas y afirmó que “la palabra patear se utiliza frecuentemente en diversas situaciones comunes, tales como patear el tablero o estar de la patada”.

De la patada hemos estado 9 meses repitiendo explícitamente que la libertad de expresión tiene límites y las declaraciones del periodista no son simples opiniones que deben ser respetadas sino una incitación al odio y a la violencia encubierta en una fantasía que él mismo elucubró para justificarse y que el cardenal Cipriani ha bendecidoen una misa de desagravio a Butters.

Sin embargo, las oraciones no salvaron a la radio homofóbica. “No debe confundirse la libre expresión de ideas con la afectación a los derechos fundamentales de terceras personas”, señaló en una histórica resolución del Tribunal de Ética de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, que ordenó que la emisora del principal grupo de radios peruanas se disculpe públicamente y sea amonestada “dada la gravedad de los hechos”. Y señala que medios y periodistas «deben observar el rol que les ha tocado ejercer de tal manera que el espacio periodístico no sirva para facilitar cualquier tipo de afectación o discriminación».

Evidentemente este análisis nunca fue parte de la práctica del periodista, que se convirtió en el ‘defensor’ de los cristianos heterosexuales y, legitimado, se atrevió a dar instrucciones para “desmariconizar la televisión” en una sociedad que preferiría desmariconizarse totalmente eliminando nuestros cuerpos y vidas, o haciéndolas lo más inhabitables posibles.

El efecto Butters ya empezó a cobrar víctimas. Hace un par de semanas un escolar de 12 años fue golpeado por 5 compañeros de clase. «Estos animales lo han levantado del suelo: párate maricón le han dicho (…) lo han parado y lo han sentado para que sea hombrecito entre comillas», relató la madre.

El clóset homofóbico

“Rafi Rey no se anima a salir del clóset”, empezó una columna-ficción del “Malapalabrero” Luis Torres Montero sobre un ministro de defensa que “encajona trusas ranger” y confisca un periódico que atenta contra su honor. “La información es contundente y real”, señala. Quizás por eso, el entonces ministro de defensa Rafael Rey (el verdadero) pensó que cualquier parecido con la realidad no era pura coincidencia, demandó al periodista y, después de varios meses de postergaciones, la próxima semana se conocerá la sentencia (con una serie de riesgos explicitados aquí).

Las semejanzas (y los límites poco claros) entre el ministro ficticio y el homofóbico exministro verdadero podrían constituir una simple coincidencia, pero una revisión de los textos de Torres nos remite a un comisariato sistémico de la sexualidad. En otra columna, el periodista cuestiona un vídeo antibullying del congresista Carlos Bruce porque apela a su gordura y «esperaba una confesión tipo Ricky Martin que nunca llegó». Incluso insiste en «que lo demuestre en la cancha del verbo: ’por cierto, soy gay’».

Inmediatamente, apela al binomio gay/valiente versus marica/cobarde, avalando un mecanismo de opresión que coloca en el espacio de lo sucio, asqueroso e inservible a quienes cuestionamos la imposición de heterosexualidad y masculinidad hegemónica, suscribiendo los sentidos acuñados en algún momento por el tristemente célebretristemente célebre Villa Stein.

Esa masculinidad hegemónica que protege a los homofóbicos en su clóset supuestamente gayfriendly, pero rabiosamente obsesionado con perpetuar la norma heterosexual a través de los medios de comunicación, es muy pocas veces descentrada.

Cuando recién empezaban las amenazas de pateaduras y demás, fui invitado a un debate con Butters en el programa televisivo de Aldo Miyashiro, encarnación del ‘machito futbolero peruano’ y, por ende, de la masculinidad. El periodista de Capital no canceló su participación a última hora y el formato cambió a una cálida entrevista destinada al olvido hasta que el público notó mi caprichoso parecido al excompañero de conducción del programa, el periodista gay Beto Ortiz. Y se hicieron cada vez más fuertes los grititos pidiendo un beso.

Risas más, risas menos, y contra el mito que nos convierte a los gais en seres desesperados por un hombre, el que sea y como sea, respondí que el beso podría ser luego. El público siguió insistiendo y dije que, aunque Aldo no es mi tipo, estaba dispuesto a darle un ‘pico’ para demostrar que no discrimino. ¡Y zas! El público quedó en shock y el ‘barrabrava’ respondió “¿qué pasa? ¡No pasa nada! El sábado es la marcha del MHOL…”.

Otro mensaje siempre es posible. Si queremos. Si lo hacemos.

Lima, 23 de noviembre de 2011.

Sobre el autor

Giovanny Romero Infante (@gioinfante) es activista gay y presidente del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), conductor de ‘A puño cerrado’ en La Mula TV y periodista.



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