Política y religión en la Argentina contemporánea: Actores evangélicos en los debates sobre sexualidad y derechos
Ni privatización de las religiones, ni monopolio católico
Las religiones son una dimensión política fundamental en las sociedades contemporáneas. Pensar que vivimos en un escenario secular donde la religión ha desaparecido o se ha privatizado es algo rápidamente desmentido al observar las acciones y pronunciamientos políticos de grupos y figuras religiosas, amén del uso de discursos religiosos por dirigentes políticos.
La legislación sobre sexualidad y familia ha sido un foco privilegiado de intervención política de las instituciones religiosas mayoritarias en Argentina. La Ley de Matrimonio Civil aprobada en 1888 tuvo entre sus promotores a las iglesias evangélicas (luterana, reformada, metodista) y como principal opositor a la Iglesia Católica Romana (ICR), que también resistió laLey de Divorcio sancionada en 1987 (Pecheny, 2010). Dentro del espectro religioso en Argentina, las posiciones de la ICR son las más conocidas, por tratarse de la iglesia con mayor cantidad de adherentes, gozar de un reconocimiento estatal privilegiado (consagrado en el artículo 2º de la Constitución Nacional), poseer una cúpula que concentra poder de decisión y visibilidad, y dedicar cuantiosos recursos para sostener públicamente sus posturas en temas de sexualidad y familia.
Sin embargo, el supuesto monopolio religioso del catolicismo y la unidimensionalidad de la mirada cristiana sobre estos temas que proyectan laConferencia Episcopal Argentina (máxima autoridad local de la ICR) contrastan con el pluralismo religioso contemporáneo y la diversidad de posiciones cristianas al respecto. En dichos fenómenos han jugado un papel central las iglesias evangélicas, primera minoría religiosa en la Argentina con un 9% de la población (Mallimaci et al., 2008), más de tres millones y medio de personas. Aunque lejos de la mayoría nominalmente católica (76,5%), es el grupo religioso con mayor crecimiento numérico en los últimos 30 años y cuyos miembros mantienen mayor intensidad de participación en sus instituciones eclesiales y cultos: del total de la población creyente, 23,1% dice relacionarse con Dios a través de las iglesias, y de ese porcentaje 44,9% son evangélicos; del 23,8% de quienes asisten a las ceremonias de su culto muy frecuentemente, 60,6% son evangélicos (Mallimaci et al., 2008).
En este sentido, vale la pena estudiar las intervenciones de instituciones evangélicas en debates públicos sobre sexualidad y familia en Argentina, un activismo político particularmente intenso desde 2000 hasta la actualidad, período en el que los movimientos feminista y de la diversidad sexual han promovido leyes que contemplan derechos sexuales y reproductivos.
Las intervenciones evangélicas en los debates públicos
El término “evangélico” engloba a iglesias y creyentes herederos de la tradición cristiana instituida por la reforma protestante del siglo XVI y sus posteriores avivamientos. El conjunto de iglesias evangélicas en Argentina constituye un campo de fuerzas en el sentido sociológico (sus elementos forman un sistema, pero mantienen disputas por el predominio dentro del mismo), con un polo histórico liberacionista y un polo conservador bíblico (Wynarczyk, 2006). El primer polo se caracteriza por una trayectoria de defensa de los derechos humanos y de compromiso ecuménico, que ha otorgado a sus organizaciones un valioso capital político dentro y fuera del mundo evangélico. El segundo polo aglutina a quienes siguen una línea de pensamiento conservadora y fundamentalista, marcada por la Guerra Fría y la “nueva derecha religiosa” en Estados Unidos, y sus organizaciones agrupan al mayor número de fieles.
Gráfico 1: Ubicación político-ideológica de las instituciones del campo evangélico
Si bien en otros asuntos actúan cohesionadamente –por ejemplo, al reclamar el reconocimiento legal igualitario a los distintos credos de parte del Estado–, los temas de sexualidad y familia radicalizan las antípodas entre las organizaciones de uno y otro polo. Esto sucedió en 2003 y 2004 con la implementación de la Ley de Unión Civil que reconocía a las parejas del mismo sexo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Jones et al., 2010). Más recientemente, se reactualizó la polémica entre instituciones evangélicas a raíz de la discusión de una reforma del matrimonio civil que incluya a la parejas del mismo sexo, sancionada finalmente el 15 de julio de 2010.
¿Cómo explicar el surgimiento de este activismo político-religioso en la primera década del siglo XXI? Al histórico interés de las religiones por regular la moral sexual-familiar y al estatuto de la sexualidad como punto teológicamente sensible, en Argentina se suman una tradición evangélica de participación política desde fines del siglo XIX, la conciencia del valor político del creciente número de su feligresía (especialmente de los grupos pentecostales) y la discusión de leyes sobre derechos sexuales y reproductivos desde la década de 1990. Nuestra investigación da cuenta de cómo federaciones e iglesias que se identifican como evangélicas sostienen posturas antagónicas y polemizan entre sí al debatir públicamente sobre el reconocimiento legal a parejas del mismo sexo.
Mediante concentraciones, recolección de firmas, presiones a políticos y declaraciones públicas, los sectores religiosos conservadores defienden una concepción moral del mundo, que incluye a la sexualidad, el matrimonio y la familia, y que no están dispuestos a negociar. Con este fin, en la discusión reciente sobre matrimonio para parejas del mismo sexo la federación ACIERA se alió abiertamente con la jerarquía de la ICR y apeló a un creciente secularismo estratégico (Vaggione, 2005). Es decir, usó argumentos predominantemente jurídicos y biológicos (como la incapacidad reproductiva “natural” de las parejas del mismo sexo), en lugar de apelar a un discurso religioso fundamentado bíblicamente (como había hecho ante la Ley de Unión Civil en 2003). Referir muy poco a Dios, la Biblia y la doctrina cristiana en sus declaraciones, y otorgar centralidad a las justificaciones científicas seculares, apuntaría a tornar más atendibles sus posiciones para un público que no comparte su filiación religiosa y al que se intenta persuadir, al darle una apariencia de objetividad y desmarcarse de la parcialidad valorativa propia de cualquier actor religioso. En la misma línea, estos sectores evangélicos ya no dan en público una definición de homosexualidad, porque intuyen la escasa aceptación social y efectividad política de definirla como una “desviación” o un “pecado” (aunque en sus iglesias sigan presentándola así). Los cambios de registro y foco argumentativos de la federación ACIERA apuntarían a aumentar la audibilidad de su discurso allende el mundo evangélico, con una pretensión de objetividad y corrección política de sus planteos, bajo el supuesto de una sociedad crecientemente secularizada.
En este escenario, instituciones religiosas del polo liberacionista salen a disputar la identidad evangélica para posicionarse a favor del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo. En sus documentos, las iglesias IELU y IERP pasan de apoyar la Ley de Unión Civil en 2003 en base al respeto por la autonomía estatal para legislar civilmente y a principios doctrinales cristianos muy generales (como el amor al prójimo), a justificar en 2010 la ampliación del derecho al matrimonio civil mediante referencias bíblicas puntuales. Se trata de un fenómeno especular al secularismo estratégico conservador: la creciente re-biblización de algunos sectores progresistas, que ya no insisten exclusivamente en un discurso secular para defender sus opiniones políticas. Lejos de desmarcarse de la carga de parcialidad valorativa atribuida a la religión, estas iglesias hacen hincapié en su identidad evangélica para apoyar dicha iniciativa legal, rompiendo con el sentido común extendido de que las religiones rechazan a la homosexualidad y a las leyes que amplían derechos para las personas homosexuales. Fundamentan sus posiciones políticas en interpretaciones de la Biblia alternativas a la condena a la homosexualidad que hacen sectores conservadores en base a una lectura literal y anacrónica de pasajes bíblicos descontextualizados.
Pluralismo religioso, pluralidad evangélica
Nuestro análisis muestra que en Argentina no sólo hay pluralismo religioso, sino también pluralidad al interior de una misma tradición religiosa, como la evangélica. Así como resulta evidente que el pensamiento cristiano sobre la sexualidad y la familia no se reduce a los pronunciamientos de la jerarquía católica (como ilustró la disidencia del grupo de sacerdotes de Nicolás Alessio), también es evidente que no existe una mirada evangélica unívoca sobre dichos temas. Estos discursos y las polémicas que suscitan reflejan un escenario político-religioso plural, dinámico y conflictivo alrededor de las leyes sobre sexualidad y familia, muy distante del supuesto consenso religioso contra los derechos sexuales que pretenden proyectar la jerarquía católica y otros actores conservadores. Como refleja la sanción de la ley de matrimonio para parejas del mismo sexo, sus esfuerzos por imponer su concepción moral del mundo en la legislación civil están en franca derrota política en la Argentina contemporánea.
Siglas:
ACIERA (Federación Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina).
FAIE (Federación Argentina de Iglesias Evangélicas).
FECEP (Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal).
IELU (Iglesia Evangélica Luterana Unida).
IERP (Iglesia Evangélica del Río de la Plata).
Referencias Bibliográficas:
Jones, D., Azparren, A. L. y Polischuk, L. (2010). Evangélicos, sexualidad y política: las instituciones evangélicas en los debates públicos sobre Unión Civil y Educación Sexual en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2003-2004). En Vaggione, J. M. (Comp.) El activismo religioso conservador en Latinoamérica. Córdoba: Ferreyra Editor.
Mallimaci, F., Esquivel, J., Cruz, E. y Irrazábal, G. (2008). Primera Encuesta sobre Creencias y Actitudes Religiosas. Informe de investigación. Buenos Aires: CEIL-PIETTE/CONICET.
Pecheny, M. (2010). Parece que no fue ayer: El legado político de la ley de divorcio en perspectiva de derechos sexuales. En Gargarella, R., Murillo, V. y Pecheny, M. (Eds.). Discutir Alfonsín. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.
Vaggione, J. M. (2005). Los roles políticos de la religión. Género y sexualidad más allá del secularismo. En Vassallo, M. (Comp.). En nombre de la vida. Córdoba: CDD.
Wynarczyk, H. (2006). Partidos políticos evangélicos conservadores bíblicos en la Argentina. Formación y ocaso 1991-2001. En Civitas, Porto Alegre, V. 6, Nº 2, pp. 11-41.
Sobre el autor:
Daniel Jones
Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Miembro del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (IIGG-UBA).
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