Representaciones televisivas del trabajo sexual: Hacia una crítica de las producciones mediáticas.
Presentación
El presente trabajo se inscribe en el marco de una investigación que estoy desarrollando como tesis en la Maestría de Comunicación y Cultura de la Universidad de Buenos Aires cuyo objeto es el análisis crítico de los modos de representación de la prostitución y de las personas en prostitución en ciertos discursos televisivos. En ese sentido, me propongo en este texto, una mirada panorámica sobre algunas características centrales de los modos de representación de la prostitución (y del trabajo sexual [1]) así como algunas de las operaciones discursivas que dan cuerpo a estas representaciones.
Si bien tomaré como casos testigos algunos programas televisivos producidos y distribuidos en la Argentina, focalizaré no tanto en las especificidades de dichas producciones sino en los aspectos que pueden pensarse como líneas de reflexión sobre las formas contemporáneas de construcción de sentidos en contextos sociales fuertemente mediatizados.
Los ’90: el retorno de lo reprimido.
Es claro que la década de los noventa se caracterizó a nivel mundial y particularmente en América Latina, por el despliegue de políticas neoliberales, de desregulación (o reregulación a favor del sector privado; Mastrini y Mestman, 1996), de privatización y una profunda precarización laboral tanto como exclusión del mercado de trabajo de porciones cada vez mayores de la sociedad. En este contexto, las industrias culturales fueron objeto de profundas transformaciones en su estructura de propiedad a partir de procesos de privatizaciones y la consecuente consolidación de un sistema de concentración horizontal y vertical. La conformación de los grupos multimedios impactó no sólo en una oferta infocomunicacional cada vez más restringida en términos de pluralidad de perspectivas sino también en el debilitamiento de la diversidad de contenidos y formatos en favor de los ya probados y más rentables. Se impusieron nuevas lógicas de producción (también flexibilizadas) que redujeron al mínimo tanto el trabajo creativo como el de pre-producción lo cual se tradujo en la persistencia y profundización de la necesaria estandarización, serialización y estereotipación propias de las industrias culturales.
Como parte de este reacomodamiento se produjo la incorporación de algunos formatos de bajo costo y alta rentabilidad como los reality y talk shows y un poco más tarde la proliferación de formatos de investigación periodística y de programas con un abordaje antropológico urbano [2]. Estos últimos formatos, se presentan bajo la postulación de un precario equilibrio entre neutralidad y compromiso respecto de la “realidad social”. Compromiso, en tanto las emisiones pretenden tematizar aquellos aspectos de esa “realidad” que están ausentes o poco profundizados en otros espacios televisivos; y neutralidad, en tanto la cámara y el periodista/ entrevistador operan aparentemente sólo como canales de recolección y difusión de los datos que dicha realidad ofrece.
- Conductores del Programa Telecinco Investiga (Argentina)
En términos de Sunkel (1986), podría tomarse a estos programas como aquellos que toman a su cargo la representación de lo popular no representado y de lo popular reprimido; ya que exponen aquellos espacios, conflictos y actores que no forman parte de lo popular representado. Así, el “sobrante estructural” de la década de los ‘90, aquellos que también -cabe destacarlo- tienen un acceso restringido o nulo a otros bienes culturales y cuyo consumo primordial es la televisión abierta (Mastrini y Becerra, 2001), se convierten en insumo de este tipo de producciones televisivas. Miseria, abyección y corrupción conforman el espectro temático de estos formatos: historias de vida de los “marginales”; denuncias de casos de corrupción institucional; cuestiones de identidad/orientación sexual y prácticas sexuales; abordaje de problemáticas de juventud a partir de adicciones y crímenes; entre otras.
Ahora bien, uno de los problemas reside en el modo en que estos programas falsean e incumplen su promesa de compromiso social con la información y con la “verdad”. Los abordajes de las problemáticas presentadas se hacen, invariablemente, desde una perspectiva casuística que sólo indaga en las trayectorias personales de quienes aparecen en pantalla narrando su (miserable) experiencia. Esto implica, necesariamente, la ausencia de remisión a causas estructurales que puedan enmarcar el caso particular, la falta de toda problematización y, por supuesto, cuestionamiento de las condiciones materiales de existencia de quienes, expulsados del sistema económico, estigmatizados socialmente por su condición de clase, étnica, sexual, ignorados y/o criminalizados en muchos casos por el Estado, gozan ahora del beneficio de tener, al menos, millones de personas que los escuchen, se compadezcan, se horroricen, hasta sientan un poco de culpa y que luego puedan cambiar de canal.
La narrativización de los casos, la estereotipación [3] y simplificación de sujetos y problemas, la ausencia de remisión a dimensiones políticas, conduce en definitiva a la dessocialización (Wacquant, 2000) de las problemáticas. La legitimación de lo que Sunkel (1986) denomina la matriz simbólico- dramática va en línea con la necesidad de impacto y dramatismo por sobre reflexión y razón; “del otro lado de la pantalla” compasión, fragmentación (por distanciamiento) y disciplinamiento antes que compromiso, reconocimiento y movilización.
Si estos programas se postulan casi como el lugar en que se hace posible el “retorno de lo reprimido”, lo que en realidad reaparece por detrás de las declaraciones de información, pluralismo y diversidad es la reproducción de mecanismos de estigmatización, criminalización y naturalización. En muchos de estos casos, un aspecto de la estigmatización –el explícitamente peyorativo- es abandonado por un tono más empático con la problemática y con el sujeto que la encarna pero la estigmatización como marcación, como construcción de una alteridad radical, persiste.
La prostitución en escena.
Nos detendremos entonces en algunas de las operaciones retóricas a partir de las que, en particular en estos formatos televisivos, se pone en escena la problemática de la prostitución.
En principio, cabe recuperar dos procedimientos: la criminalización y la individualización. En el primer caso nos referimos a los modos de representación producidos desde matrices jurídicas o morales y que implican la construcción de la actividad en términos de ilegalidad y, especialmente, de ilegitimidad. La prostitución se constituye como una práctica sexual ilegítima, no normativa y los cuerpos que la encarnan son, por ende, cuerpos de los márgenes; los “otros cuerpos” que conforman el exterior constitutivo de las sexualidades legítimas.
Las perversas, las promiscuas, las peligrosas, pero a la vez, supuestas dueñas de una sexualidad construida como más erotizante que aquella que se da en el marco de la conyugalidad heterosexual, precisamente por expresar la tensión entre prohibición y transgresión. Las personas en prostitución de la televisión y de la prensa gráfica son presentadas como criminales o como víctimas pero siempre fuertemente erotizadas.
En ese sentido, es importante volver a señalar que esos cuerpos en prostitución, desbordantes de sexualidad y miseria, son traídos a primer plano para narrar una experiencia siempre individual [4]. La construcción de una identidad política, la remisión a niveles de organización, etc., están ausentes de los modos de representación hegemónicos. Volveremos a esto más adelante.
Prostitución en primera persona: la narración del caso.
La entrevista juega un rol fundamental en la estructura de los formatos televisivos en tanto aporta el valor referencial del testimonio. La representación se sostiene, fundamentalmente, en la presencia de aquel que cuenta su experiencia así como en la certificación aportada por la cámara y el entrevistador, que dan fe de lo que se ve y de lo que se escucha. La experiencia adquiere aquí uno de sus sentidos originales, estrechamente vinculado a prácticas religiosas, como testimonio que se ofrece para ser compartido y que no sólo se propone como verdad sino como el tipo más auténtico de verdad (Cf. Williams, 1980). Si retomamos la postulación de Lejeune de un “pacto referencial, implícito o explícito, en el que se incluyen una definición del campo de lo real al que se apunta y un enunciado de las modalidades y del grado de parecido a los que el texto aspira” (1991: 57) podemos pensar que las narrativas exhibidas en los programas mencionados se ofrecen como referencia empírica absoluta. La realidad está ahí, la vemos, nos habla, se nos presenta “tal cual es”, dejando tras bambalinas toda remisión a algún tipo de procedimiento de construcción. Y no pienso en aquellos procedimientos que los públicos ya adiestrados conocen y reconocen -cortes, ediciones, creaciones de climas, etc.- sino en aquellos procedimientos que requieren de una lectura crítica para ser develados: las operaciones de naturalización, esencialización, descontextualización.
Ahora bien, ¿por qué resulta relevante profundizar en las estrategias enunciativas?; ¿qué es lo que está en juego en la narración de la experiencia de vida y en su exposición pública? Por un lado, el eco de las múltiples voces que hablan en la voz de quien narra su experiencia y que nos remite a formaciones culturales, imaginarios sociales, sistemas de valores, etc., que sustentan el modo de representación y autorepresentación de esa vida (y de la vida en general). No nos referimos sólo a los “recursos del pasado” que son movilizados en ese acto de enunciación, sino también a las continuidades y rupturas que pueden observarse en relación con otros campos de codificación (jurídico, médico, moral, académico, etc.). Por otro, lo que está en juego en la narrativización, en este caso, en la presentación de la experiencia individual en la prostitución; es la modelización de la vida, la producción y reproducción de un imaginario de “buena vida” por contraste con estas posiciones desautorizadas.
Esto permite pensar la forma en que se configuran las identidades en relación con las posiciones subjetivas representadas discursivamente. Si la identificación se construye sobre la base del reconocimiento de algún origen común o unas características compartidas con otra persona o grupo o con un ideal (Hall, 2003), nos preguntamos si el modo en que operan las narraciones presentadas en estos programas no es precisamente por desidentificación.
Puesto que el énfasis en la (re)presentación de lo abyecto, del exterior constitutivo de la buena vida, funciona como refuerzo de la norma en tanto reenvía a ella como el deber ser no cumplido, en los casos que nos ocupan, la función modelizadora no se da a través de la invitación a la imitación inmediata de lo visto y oído sino justamente a través de la invitación a su rechazo [5] y consecuente imitación del opuesto. Este proceso requiere de la representación del desvío como consecuencia de una elección individual y no del funcionamiento de un sistema hegemónico.
- Travesti Andre Luis Ribeiro narra su historia con Ronaldo
Así, la experiencia de vida es construida como caso, “como algo que sucede a nivel individual o microsocial y que es expuesto mediante una estructura discursiva eminentemente narrativa” (Ford y Longo, 1999: 246). La exposición del caso como ejemplo opera por inducción: procede de un particular a otro particular pasando por el eslabón implícito de lo general. Es justamente la generalización implicada en el proceso lo que opera como refuerzo de la norma y del imaginario dominante.
Fuera de foco: trabajo sexual y politicidad.
No ha sido casual que haya referido hasta aquí a los modos de representación de la prostitución sin hacer mención específica al trabajo sexual. De las operaciones que hemos desarrollado se desprende que es característico del modo de abordaje mediático de la prostitución la elusión de remisiones a dimensiones políticas, no sólo en tanto se anulan los análisis estructurales, sino en tanto la militancia y organización política (la construcción de una identidad política como mujeres en situación de prostitución o trabajadoras sexuales [6]) no aparecen como parte de la experiencia de los sujetos entrevistados ni de los ejes tematizados. Es claro que las y los miembros de las organizaciones encuentran en algunas ocasiones espacio en los medios televisivos frente a acontecimientos puntuales, en particular en coyunturas de debate sobre regulaciones de la oferta y demanda de sexo; sin embargo, incluso en esos casos la tendencia en los modos de construcción de la problemática no se modifica y las voces de las organizaciones son convocadas en la especificidad de la coyuntura sin incorporar la condición de sujetos y actores políticos ni los posicionamientos y demandas de los colectivos que exceden la inmediatez del debate de momento [7].
En este marco, consideramos que se produce una sobrevisibilización de la prostitución y una sub visibilización del trabajo sexual. La exposición mediática de las personas que se autorepresentan como trabajadoras sexuales –y consecuentemente de sus demandas- introduce en escena un elemento disruptivo para la individualización/ esencialización: la condición de sujetos de derecho, antes que de víctimas o criminales/ inmorales. La puesta en escena de la voz de las organizaciones de trabajadoras sexuales o de las mujeres que adscriben a esta categoría implica reinstalar lo colectivo no sólo como condición de la acción política sino, especialmente, en la reinscripción del problema de la prostitución en el contexto del reconocimiento de la ciudadanía.
Así, resulta necesaria una lectura a contrapelo de los mecanismos dominantes de representación de las personas en prostitución que revele los múltiples acentos que se encuentran obturados por la unidad y homogeneidad constitutiva de toda identidad y que sólo pueden ser una unidad y homogeneidad construidas [8] y naturalizadas.
Esto no es menor en un contexto en el que los discursos y políticas relativos a la trata y tráfico de personas con fines de explotación sexual están tomando cada vez mayor relevancia pública. Quienes expresan las concepciones más radicales, aquellas que consideran a toda forma de prostitución como esclavitud y que incluso no distinguen entre prostitución y trata, construyen una unidad y homogeneidad sobre la oferta y demanda de sexo que contribuye a desconocer y obturar otros posicionamientos y reclamos, por caso, los de los y las trabajadoras sexuales [9].
No es sólo un problema de agenda.
La creciente tematización de problemáticas sexuales en los medios masivos que se produjo en las últimas décadas, su instalación como tema de agenda, puede ser considerada como la conquista de un espacio tanto como la conformación de un nicho de mercado para las industrias culturales y sus industrias conexas (entretenimiento, turismo, etc.). Así se revela no sólo la necesidad de “ganar espacios” sino de modificar el modo de tratamiento de las problemáticas, de pensar críticamente e intervenir activamente en los nuevos espacios de interlocución que se generan.
El abordaje crítico de las representaciones construidas por las industrias culturales se revela central al menos por dos motivos: por un lado, en tanto los medios masivos constituyen una dimensión fundamental de la esfera pública -entendida en este caso como aquello que la sociedad enuncia de sí (Caletti, 2006)- y por otro, porque constituyen -cada vez más- uno de los espacios de configuración de imaginarios, valores, subjetividades. La relación de las industrias culturales con los “temas” de los grupos subalternizados por el sistema sexual (Rubin, 1989), deberíamos decir, incluso, la relación de las industrias culturales con los grupos subalternizados por el sistema sexual, como “tema”, es central en un contexto de incesante disputa por definiciones en materia de políticas y derechos sexuales.
Mantener una vigilancia crítica sobre los sentidos que dominan la construcción de una problemática, las variables a través de la que se la explica, las voces que se convocan, permite observar aquellas otras prácticas y significaciones (las efectivas y las potenciales) que quedan fuera de foco.
Bibliografía
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Butler, J. (2002): Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Paidós.
Caletti, S. (2006): “Repensar el espacio de lo público. Un esbozo histórico para situar las relaciones entre medios, política y cultura”, Buenos Aires, Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación, número 123.
Ford, A; Longo, F. (1999): “La exasperación del caso. Algunos problemas que plantea el creciente proceso de narrativización de la información de interés público.” En Ford, A.: La marca de la bestia. Identificación, desigualdades e infoentretenimiento en la sociedad contemporánea. Buenos Aires, Norma.
Foucault, M. (1990): Tecnologías del yo, Barcelona, Paidos.
Hall, S. ([1996] 2003) “Quién necesita identidad” en Hall. S. y Du Gay, P. (eds.), Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu, pags. 13-39.
Lejeune, Ph. (1991): “El pacto autobiográfico” en AA.VV., La autobiografía y sus problemas teóricos, Barcelona, Suplemento 29 de Anthropos, pags. 47-62.
Mastrini, G y Mestman, M (1996): “¿Desregulación o rerregulación?: de la derrota de las políticas a las políticas de la derrota”, disponible en http://www.ucm.es/BUCM/revistas/inf…
Mastrini, G. y Becerra, M. (2001): “50 años de concentración de medios en América Latina: del patriarcado artesanal a la valorización en escala”, en Quirós Fernández, F. y Sierra Caballero, F. (eds.): Globalización, comunicación y democracia. Crítica de la economía política de la comunicación y la cultura, Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, Sevilla, p.179-208.
Rubin, G. (1989) “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”, en Vance, C. (comp.) Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina. Madrid, Revolución.
Sunkel, G. (1986): “Las matrices culturales y la representación de lo popular en los diarios populares de masas: aspectos teóricos y fundamentos históricos”, en Razón y pasión en la prensa popular. Un estudio sobre cultura popular, cultura de masas y cultura política. Santiago de Chile: Ilet.
Wacquant, L. (2000): Las cárceles de la miseria. Buenos Aires, Ediciones Manantial.
Williams, R. (1980): Marxismo y literatura. Barcelona, Ediciones Península.
Sobre la autora
La Lic. Carolina Justo von Lurzer es Doctoranda por la Universidad de Buenos Aires, CONICET, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Grupo de Estudios sobre Sexualidades. justocarolina@yahoo.com.ar