“Sí al matrimonio gay, no a la maternidad de alquiler”

“Sí al matrimonio gay, no a la maternidad de alquiler”

Una entrevista de Philippe Petit con la antropóloga feminista Françoise Héritier [1] .

Traducida por Ximena Salazar

En pleno debate parlamentario sobre el proyecto de ley que autoriza el matrimonio y la adopción por parejas del mismo sexo en Francia, la antropóloga y etnóloga Françoise Héritier conversó con Marianne. Ella afirma que si la característica del ser humano es su capacidad de innovación, esto no quiere decir que hay un número ilimitado de posibles opciones en el área de la institución familiar.

Marianne: Según Usted ¿cómo puede el matrimonio homosexual cambiar nuestra visión, que se ha basado en el intercambio de mujeres dadas en matrimonio, para satisfacer la unión entre dos grupos de personas y que en occidente ha tomado el nombre de “Familia”?

Françoise Héritier: En realidad, el intercambio de hijas o hermanas, que es obra de los hombres, se sigue aplicando en gran parte de la sociedad humana de hoy. En Occidente, el principal cambio ya se ha producido; ahora, el matrimonio ya no une dos familias y sus proyectos conjuntos, sino dos personas y se basa en el amor y la libre elección. Queda, sin embargo, de los tiempos arcaicos, la prohibición del incesto que obligaba a la exogamia. En nosotros se ha reducido a los ascendientes y descendientes directos (padres / hijos) y a los colaterales (tío/tía, sobrino/sobrina, hermano/hermana), si tenemos en cuenta la consanguinidad, y solamente los aliados de la línea directa (el esposo de la madre y de la hija para la mujer, y la esposa del padre y del hijo para los hombres). Si tenemos en cuenta estos dos hechos, el matrimonio homosexual obedece a este nuevo acuerdo (el amor) al cual se le está añadiendo la igualdad entre los ciudadanos, lo cual de ninguna manera viola el derecho civil y canónico de la prohibición incesto.

La exogamia (la obligación de casarse con alguien fuera del grupo familiar), se vio reforzada sin embargo, por la institución del matrimonio, que tenía el propósito de profundizar el establecimiento de una sociedad viable, pacífica y que se reprodujera a lo largo del tiempo. Esta última condición le ha valido al matrimonio heterosexual su éxito institucional: de hecho, desde la perspectiva de los niños aún no nacidos, los grupos, posiblemente antagónicos a sus padres, se convertirían en sus consanguíneos. Otras formas de intercambio, tales como el intercambio de rehenes a menudo del mismo sexo, han sido históricamente puestas en marcha para ratificar un acuerdo. La idea no es, entonces, totalmente nueva, la de “hacer sociedad” (como se dice ahora) a partir de lo idéntico.

¿Estamos asistiendo, entonces, a la concretización de una evolución importante y no a una revolución?

Éstas acompañan la aparición de nuevas reivindicaciones relativas al libre ejercicio de la sexualidad, sin obstaculizar los derechos de igualdad de los ciudadanos, el cambio en la definición del matrimonio con el amor y la búsqueda de la felicidad individual, y, finalmente, la invención de tecnologías reproductivas (donación de gametos – y hago hincapié en la noción de don-) que permitan salir de un destino orgánico, que se ve mal de acuerdo a cierta justificación moral, legal o política y cuyo uso debería limitarse a los profesionales de la heterosexualidad. Puede ser que todo parta del hecho de que nuestras sociedades, numerosas en miembros, y soldadas con todo tipo de reglas estructurales, ya no requieran de la circulación de mujeres para fundar la sociedad, como en otros tiempos.

La característica de la especie humana es innovar. ¿Es por lo tanto deseable, de acuerdo a su opinión, inventar nuevas familias? ¿Y cuál es su aproximación a la filiación en lo que concierne a las uniones homosexuales?

Sí, lo propio del ser humano es su capacidad de innovar y no sólo tecnológicamente. Esto no quiere decir que existe un número ilimitado de posibles opciones en el área de la institución familiar, en el amplio sentido. Pero una serie de opciones son posibles a partir de combinaciones hechas por el espíritu (y que ya habían hecho nuestros predecesores) entre los que están los “parachoques del pensamiento”. Yo los llamo así porque no son (aún) susceptibles de ser transformados sólo por voluntad humana: la sucesión de generaciones en una sola dirección, la existencia de dos sexos, la uniparidad fundamental de la especie de la que se derivan líneas colaterales de primos que tienen una abuela en común, etc. En estas combinaciones se basan los grandes sistemas-tipo de parentesco, de filiación, de elección del cónyuge, de residencia. Además de la combinación superpuesta y compartamentalizada de la parentela (nombre, alianza, ascendencia), combinación que en conjunto dio lugar a la aparición de múltiples formas de “hacer sociedad” que la humanidad ha inventado y que la antropología ha estudiado.

¿Entonces otras posibilidades pueden aparecer en el cielo de las ideas y volverse pensables?

U otras que fueron vistas como posibles, pero no fueron aceptadas como pensables en un momento dado, pueden llegar a ser pensables y aceptables en otro. Por lo tanto, los cambios mencionados anteriormente, han hecho posible la legalización institucional de la unión homosexual, una unión basada en la elección y el amor individual. No puede haber ninguna duda de que en los próximos siglos, otras posibilidades se vuelvan pensables, y oportunidades que no han sido hasta ahora formuladas, se hagan, en el largo plazo, realizables. Así mismo, sólo en el limbo son formuladas actualmente las posibilidades del nacimiento extra-corporal o la reproducción sin huevos (sólo con espermatozoides y/o células madre no germinales).

¿Y la filiación?

Se trata de una “convención”, como el matrimonio, que designa el grupo al que pertenece el niño. La vía europea es agnática (N.T.: parentesco civil o jurídico, que se fundamenta en la potestad del Paterfamilias): reconocemos los derechos y pertenencias en todas las líneas hasta los abuelos, incluso si notamos una inflexión agnaticia (una línea estrictamente masculina, de padre a padre). Pero hay muchas sociedades que reconocen, nada más que una línea: centrada en la línea de padre a padre, y donde las niñas no transmiten la filiación a sus hijos (llamada filiación patrilineal). O centrada sobre la línea de madre a madre (llamada filiación matrilineal), donde los hombres no transmiten la filiación de sus hijos. O aquella que no reconoce más que dos de las cuatro posibles, hasta los abuelos. A saber: incluyendo tanto el linaje uterino y el agnático (filiación bilineal). Por lo tanto, aquellos que viven en sociedades que se rigen por estas reglas, las encuentran totalmente legítimas y es más, las encuentran naturales; es decir, basadas en las necesidades de naturaleza biológica o genealógica; así como espontáneamente pensamos en nuestro sistema como cognático (N.T.: parentesco de consanguinidad por la línea femenina, entre los descendientes de un tronco común). Pero todos corresponden a creaciones del espíritu. Y todos estos sistemas son viables. Este es un primer punto. En nuestro requisito actual para la defensa de filiación cognática, nos rebelamos ante la idea de duplicar dos padres o dos madres. Pero los niños también tendrán cuatro abuelos como los demás y las experiencias íntimas de su situación, harán que la juzguen como natural y hasta obvia, incluso si es diferente a la de los niños nacidos de heterosexuales. Sobre todo me gustaría recordar que se ha admitido durante siglos y sin problemas, ni de conciencia, ni de justicia, que una niña campesina, una sirvienta salga embarazada, resulte madre soltera de un hijo bastardo sin padre reconocido. ¡No lloramos acaso la injusticia, al afirmar que un niño debía tener un padre y una madre que lo eduquen y que necesitan conocer dos imágenes de la ternura y la autoridad para construirse! Si pudimos por tanto tiempo juzgar concebible que un niño tuviera una sola descendencia, podríamos ser mentalmente capaces de admitir que fueran dos descendencias basadas en una identidad sexuada y no en la diferencia. En cuanto a las imágenes parentales, éstas no son dictadas por el sexo, sino por la constitución individual y por la repartición en el seno de la pareja, comprendidas en las uniones heterosexuales. Así que, de nuevo, se trata de una historia de convención y aceptación común de un cambio hacia una situación pensable y legítima, igual a las que fueron actualizadas en su momento.

Usted dice que se detiene en el embarazo de alquiler. ¿Por qué? ¿Puede desarrollar su punto de vista?

Por una razón fundamental y que en principio es una objeción que se aplica, tanto a la maternidad de alquiler para parejas heterosexuales, como homosexuales, y solamente toca a la maternidad por alquiler relacionada con el mercado: la donación altruista debería ser posible y reconocida por la legislación francesa, que prohíbe toda comercialización de órganos del cuerpo humano. Necesitamos reflexionar en este contexto, qué es saludable (ya que la autorización comercial es también, más o menos legitimar la esclavitud o la sumisión por deudas, por ejemplo). En este contexto, el principio fundamental de la reflexión debe ser: nadie puede, para su propio beneficio hacer daño a otro en su cuerpo, en su voluntad, ni en su mente. Luego, utilizar por razones de menor costo, a mujeres que viven en países en vías de desarrollo; madres, casadas, limitadas por la pobreza, contradice de forma múltiple esta norma básica. De hecho, ellas están sujetas a una triple dominación que les hace daño.

1 – Estas mujeres, en su mayoría de la India, no se prestan al embarazo de alquiler por su altruismo o la voluntad pura, sino bajo las órdenes o decisiones de sus maridos, que ven en esto una buena manera de resolver temporalmente el problema de la pobreza de su familia. Se trata de la dominación masculina.

2 – Ellas aceptan esta elección no sólo por la obediencia, sino también por la necesidad económica, sometiéndose en este contexto a la economía de mercado y al deseo de la dominación económica.

3 – Terminan a veces (y en un grado significativo) responsables por el niño que han llevado en su vientre y que la pareja solicitante ya no quiere, por diversas razones; lo que las perjudica a ellas mismas, a sus propias familias que reciben un cargo adicional, y por supuesto al niño. Son víctimas de la variabilidad del deseo de otro.

Este último punto también me permite objetar la idea expresada de que el embarazo de alquiler permite a las parejas solicitantes una relación de engendramiento con el padre, al menos en nombre de la supuesta prioridad de la “verdad” biológica o más bien genética. Los abandonos muestran que no se trata de una verdad vinculante; ya que no se toma en consideración cuando se califica al niño como “no apto”. Sólo cuenta entonces un tipo de deseo omnipotente.

Sin embargo, esto se hace. Entonces, ¿qué pasa con la paternidad de los hijos nacidos de esa manera?

La pregunta es: ¿debería la ley reparar lo hace en contravención a sí misma? Si la respuesta es sí, se pueden encontrar modalidades; ya sea por intermedio de la adopción o por derechos concedidos a los padres “suplementarios”, tal y como se exige en el caso de familias recompuestas.

¿Qué podría chocarle más en el proyecto de ley, si es que éste fuera aprobado?

Nada, a decir verdad. Una ley obedece a las exigencias de su época. Es vinculante, porque responde a una conciencia y una voluntad mayoritaria. Su influencia es por lo tanto beneficiosa; ya que ayuda a construir y fortalecer costumbres mentales que con el tiempo se convierten en obvias para todos. Sin embargo, debe estar sujeta a exigencias éticas fundamentales que no se contradigan entre ellas: satisfacer de la mejor manera a las personas y sus necesidades tomando en cuenta las dos posibilidades cognitivas y técnicas; pero jamás en detrimento de otras, aún si se encuentran lejos de nuestros ojos.

(20/08/14)

Etiquetas: “Sí al matrimonio gay, no a la maternidad de alquiler”

Notas

[1] Aparecida el día lunes 4 de febrero de 2013 en la revista Marianne. Disponible en:http://www.marianne.net/Francoise-H…



Contenidos relacionados


¿Te gustó este artículo? Déjanos tus comentarios.