Trabajo sexual y derecho al trabajo
Presentación
Desde los años 70 existe un movimiento social que condena la estigmatización y criminalización del intercambio de sexo y dinero. El movimiento está basado en un concepto de derechos de las personas que venden servicios sexuales, porque son ellas, y no los compradores, quienes han estado – hasta hace poco – persiguidas en todos lados del mundo. La persecución viene tanto de las fuerzas del órden público que quieren encarcelarles como de bienpensantes que quieren rescatarles. Entre los dos, y las leyes que les ningunean, los trabajadores del sexo no viven en paz: sobre todos las mujeres y los y las transgéneros y transexuales.
Después de décadas, las protestas siguen intentando romper el estigma social que mantiene la idea que vender sexo es pecado, perversidad, acto criminal o violación, y la táctica casi universal de los grupos militantes es definir la actividad como un trabajo por el cual existen derechos laborales. Se presentan diferencias entre los contextos sociales de distintos grupos, pero cuando se comparan sus acciones políticas, tanto en Bangkok como en Montreal o Madrid, se ven las mismas quejas y los mismos sueños. Cada vez más las redes se comunican, más participantes hablan más de un idioma y existen programas informáticos y gratuitos que posibilitan la rápida traducción de una noticia a otros idiomas. Pertenecer a esas listas de difusión y utilizar esos sitios web significa ver información que viene de grupos de muchos países, que constituye evidencia de una fuerte comunidad de interés. Entre las redes regionales, algunas son más sólidas y duraderas (Asia-el Pacífico) que otras (América Latina, Africa). Sin embargo, existen nuevas iniciativas que hacen renacer la esperanza incluso en los contextos más criminalizados, como Estados Unidos.
Las demandas son las mismas que se sacaban hace décadas. El movimiento que está en contra del concepto del trabajo sexual está bien organizado y enfocado en unas cuantas estrategias, sobre todo la de simplificar lo complejo en un argumento captado rápidamente: que toda prostitución es violencia contra las mujeres, lo cual hay que erradicar. En cambio, el movimiento pro-trabajo sexual ofrece un discurso variopinto, complejo, no reduccionista y difícil de captar rápidamente, inevitable porque desea incluir un sinnúmero de realidades humanas. Dentro del mismo movimiento hay distintos planteamientos sobre cómo se debería proceder, lo cual complica la comprensión por parte de la sociedad en general. Pero todos están de acuerdo con el lema principal: El trabajo sexual es trabajo.
Instituciones que pueden entender: Los sindicatos
La táctica más estrechamente vinculada a la lucha por el derecho laboral es buscar que algún sindicato general acepte el concepto del trabajo sexual para luego incluir a sus trabajadores en sus actividades convencionales. Ejemplos de esta iniciativa existen en Argentina, donde AMMAR pertenece a la CTA, en Gran Bretaña, donde la IUSW forma parte del GMB, en Cataluña, donde Comisiones Obreras han integrado a estos trabajadores y en California, EEUU, en un club de striptease.
AMMAR es la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas, también llamada Asociación de Trabajadoras Sexuales de Argentina, adherida a la Central de los Trabajadores Argentinos desde el año 1994, con 11 delegaciones en todo el país [1]. IUSW es la International Union of Sex Workers, basada en Londres, fundada en 2000 y afiliada en 2002 con el antes llamado General Municipal Boilermakers and Allied Trade Union (que ahora se llama GMB sin más) [2]. Comisiones Obreras es la organización sindical más grande de España, y la mayoría de sus ramas regionales no han llegado a la misma conclusión que la oficina catalán.
En 1997, las bailarinas desnudas y demás empleados de un negocio del tipo peep show en San Francisco, California, logró organizarse como la Exotic Dancers Union y afiliarse al Service Employees International Union. En 2003 los trabajadores formaron un cooperativo después de comprar el negocio, y el sindicato ahora se llama la Lusty Lady Union [3].
Otros intentos, no han durado mucho, y el tema sigue debatiéndose. Los ejemplos europeos siguen teniendo pocos miembros, y sus patrocinadores mantienen un apoyo relativamente pasivo después de integrar formalmente a estos trabajadores. El proyecto continua enfocándose en protestar, en vez de poder avanzar hacia propósitos más prácticos como negociar con los empleadores para conseguir condiciones laborales más beneficiosas para los trabajadores de burdeles, clubes, departamentos y agencias de compañía. Asimismo los trabajadores que buscan sus clientes en los espacios abiertos, actualmente un grupo pequeño en comparación con los demás, también exige el derecho a trabajar, pero su iniciativa choca con las quejas muy comunes de residentes de barrios donde se trabaja, de quitárselos directamente porque perjudican el ambiente.
Existen también grupos que se autodenominan sindicatos sin que sea un estatus formal y sin estar adheridos a entidades sindicales formales. Un ejemplo es el Sindicato Nacional Independiente de Trabajadoras/res Sexuales ‘Ángela Lina’, de Chile, autodescripto como ‘organización/sindicato [que] participa activamente con el Ministerio de Salud de su país’ y más organismos, pero que no está afiliado con un sindicato formal.
Hay gran esperanza entre los militantes de que la iniciativa sindical prospere, que los sindicatos corrientes vean que existen trabajadores remunerados en un sector no reconocido en la economía formal (y por lo tanto marginado) por los gobiernos y que las demandas de estos trabajadores sean justas. Sin embargo, el entrar en una relación con los sindicatos no por sí significa que estas organizaciones abogarán por los derechos de los trabajadores del sexo. Es más, en nuestros tiempos de trabajos precarios, el mismo significado del concepto sindicato ha perdido fuerza entre empleados en industrias no marginados cuyos trabajadores antes se sindicalizaban pero que ahora no lo hacen.
Grupos independientes
Otros grupos han llegado a jugar un papel en el movimiento pro-derecho laboral sin entrar en acuerdos con sindicatos establecidos. Un ejemplo importante es la Scarlet Alliance de Australia, que participa con el gobierno nacional en iniciativas legales y sanitarias, y que está compuesta de grupos de todas partes del país [4]. En Asia, EMPOWER, de Bangkok y Chiang Mai, y el Durbar Mahila Samanwaya Committee, de Bengal Oeste, India, utilizan un discurso pro-derechos laborales y ejercen una influencia fuerte entre los movimientos sociales. El DMSC tiene 65.000 miembros [5]. EMPOWER-Bangkok ha abierto su propio bar donde trabajadores sexuales son los gerentes y también los trabajadores [6]. Y más ejemplos como estos existen a nivel mundial.
El derecho de tener derechos: el reto de la migración
El movimiento, sobre todo en Europa, se enfrenta con un reto que requiere revisar casi todas las estrategias utilizadas en el pasado: la presencia masiva de trabajadores migrantes en el trabajo sexual. El planteamiento tradicional pro-derecho laboral se vuelve casi fútil cuando un segmento enorme del total son migrantes indocumentados sin siquiera gozar del derecho de estar. Los migrantes que en el pasado podían exigir que se cumpliesen sus derechos como ciudadanos en sus propios países ahora, no pueden exigir que se cumplan sus derechos humanos fundamentales – y esos están disputados por algunos miembros de la sociedad.
El limbo civil de tantos migrantes que han cruzado fronteras nacionales y están trabajando sin permisos de trabajos y/o visados oficiales frustra casi toda iniciativa de organización [7]. Los migrantes quieren esquivar toda situación en la que se tiene que enseñar los papeles porque se arriesgan a ser deportados o se les abran expedientes policiales. No quieren llamar la atención de sus vecinos o disgustar a nadie. A veces se les prohíbe manifestarse en público o asociarse, en contra de instrumentos internacionales que garantizan esos derechos. Esta discapacidad cívica está exacerbada por el estilo de vida itinerante de muchos migrantes, que trabajan durante períodos cortos en clubes, siempre atentos a los chismes y noticias de lugares mejores y situaciones más acogedoras. Muchos no tienen la intención de quedarse en los países del momento, sino volver a los de origen; otros muchos solo quieren pagar sus deudas y acumular un dinero adecuado para armar otros proyectos.
En todo caso, identificarse como trabajador/a del sexo no conviene, con la consecuencia de que los trabajadores sexuales ciudadanos y los migrantes no siempre comparten los mismos intereses. Entre grupos europeos que quieren profesionalizarse y convencer a la sociedad que son personas normales y respetables; la asociación con migrantes indocumentados (y posiblemente traficados o participantes en alguna actividad irregular) puede parecer no deseable.
- trabajadoras sexuales
La buena noticia es que esta diferencia no predominó en el congreso que se llevó a cabo en Bruselas en octubre de 2005, al que llegaron 120 trabajadores sexuales de 26 países europeos, muchos de ellos migrantes y todos financiados por fundaciones grandes que querían apoyar la iniciativa [8]. Entre los 80 invitados que eran aliados; varios representantes de sindicatos nacionales participaron en paneles de discusión. La mala noticia es que, a pesar de hacerles llegar invitaciones a bastantes organizaciones de migrantes, la mayoría no las aceptaron.
El derecho sexual: ¿choca con el derecho laboral?
Entre los conceptos, menos conocidos en el movimiento pro-derechos de los trabajadores del sexo es el de la ciudadanía sexual. La idea de gozar de derechos sexuales no parece traducirse directamente al mundo del trabajo sexual. La explicación puede ser que muchas personas experimentan ser gay como identidad personal, mientras relativamente pocas personas que venden sexo creen que les proporciona tal identidad. Sin embargo, la noción de que las preferencias sexuales pueden volverse una base de derechos, comunidades e identidades ofrece mucho al movimiento, en el que se escucha a menudo un discurso parecido sobre la autonomía del cuerpo propio. Veamos algunos de los planteamientos del Manifesto de L@s Trabajador@s Sexuales en Europa que se lanzó en Bruselas, después de meses de redacción compartida entre grupos e individuos por toda Europa:
• El trabajo sexual es por definición sexo consentido. El sexo no consentido no es trabajo sexual, sino violencia sexual o esclavitud.
• Exigimos nuestro derecho como seres humanos de utilizar nuestros cuerpos para cualquier fin que no consideremos perjudicial, incluyendo el derecho a mantener relaciones sexuales consentidas, independientemente del género y del origen étnico de nuestras parejas y de si éstas pagan o no.
Aquí se ve cómo el concepto de los derechos sexuales sí se aplica a la persona que vende servicios sexuales, quién, como la persona gay, reclama la autodeterminación en cuanto a su vida corporal. De esta manera, estos trabajadores sí son ciudadanos sexuales.
Nueva iniciativa de la India
Cierro con la noticia de un planteamiento que viene del DMSC:
Creemos firmemente que nosotros los trabajadores sexuales proveemos diversión a nuestros clientes. Proveemos el placer sexual. Todo el mundo tiene el derecho de buscar el placer y la felicidad. Como los demás trabajadores de la diversión del mundo, usamos nuestros cerebros, ideas, emociones y sentidos, o sea nuestro cuerpo entero y nuestra mente para hacer feliz a la gente. Como trabajadores de la diversión, buscamos el reconocimiento gubernamental y el cumplimiento de nuestras demandas profesionales. Por eso hemos organizado la Unión Binodini Sramik. [9] (traducción propia)
En febrero de este año, se realizó el Congreso de Trabajadores de la Diversión (All India Conference of Entertainment Workers) en Calcuta, con la meta de fundar un sindicato que reunirá a los bailarines tradicionales y modernos, de folclor y música clásica, las Devadasis, los músicos, los actores, los artistas de circo, los trabajadores del sexo y los trabajadores del cine y de la televisión.
Exigiendo el placer como derecho humano fundamental, esta propuesta demuestra la creatividad inagotable de personas con la esperanza de salir del estigma y realizarse ejerciendo una ciudadanía plena.
Sobre la autora
Laura Agustín es autora de dos libros, Sex at the Margins: Migration, Labour Markets and the Rescue IndustryandTrabajar en la industria del sexo y otros tópicos migratorios. Escribe varias veces a la semana en su blog Border Thinking (Pensamiento Fronterizo). Es moderadora de la lista industriadelsexo.
Este artículo está basado en y amplificado del capítulo ‘Trabajo y ciudadanía: movimientos pro derechos de las trabajadoras del sexo’, en Los retos de la prostitución. Estigmatización, Derechos, y Respeto, J-L Solana y Fani Acién, eds., Comares, 2008.